¿Qué pensarán en Europa cuando en Málaga se premia con un gran proyecto a la misma concesionaria que ha dejado en el abandono los Baños del Carmen?
»Estos son mis principios y si no les gustan, tengo otros», decía con gran lucidez Groucho Marx. El gran comediante judío, sin pretenderlo, ha marcado el camino de la clase política española.
Los cargos públicos que disfrutamos y que no nos merecemos son tan mutables en todo lo que afirman, que basta con recordar ese momento digno de Sopa de ganso, cuando el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento votó en un reciente pleno contra nueve propuestas que luego resultaron ser nueve puntos de su propio programa electoral. En el salón de plenos se echaron en falta el sonido de una bocina tocada por un arpista mudo y la inmortal frase «Y dos huevos duros».
Ni siquiera algo tan serio, detallado y discutido por centenares de personas y colectivos de Málaga como el plan especial de reforma del Balneario del Carmen merece la consideración de nuestros cargos públicos. De hecho, acaban de convertirlo en papel mojado, azuzados por la crisis.
La paradoja más sangrante de todo este cuento, que parece inspirado en un arrebato surrealista de los Hermanos Marx, es que los Baños del Carmen son una joya olvidada, ninguneada y dejada a su suerte por la concesionaria que los ha disfrutado durante 25 años.
Se trata de dos importantes empresas malagueñas de la construcción que no parecen haberse despeinado mucho en el último cuarto de siglo por mantener este espacio tan querido por los malagueños en un estado mínimo de decoro y dignidad, como era su deber.
Antes al contrario, los malagueños hemos asistido desde finales de los 80 a la progresiva proyección de una película de catástrofes que ha ido empeorando, todavía más si cabe, la situación de los jardines, las columnas, la portada y convirtiendo el acceso al balneario en una suerte de espigón terrestre con olas de hormigón que había que sortear.
Ni siquiera la accidental circunstancia de que estas empresas pudieran haber arreglado en una semana los Baños del Carmen, enviando una cuadrilla de albañiles, hizo que movieran un dedo.
Su actuación, a juicio del firmante, pero también de muchos colectivos de Málaga, ha sido lamentable, culminando con ese encogimiento de hombros durante la prolongada invasión de los okupas.
Ahora, a petición del Ayuntamiento y de Costas, presentan un proyecto para arreglar lo que no se han dignado reparar en estos 25 años. El arquitecto Moreno Peralta ha hecho un buen trabajo pero no es esa la cuestión a debatir. En estos tiempos de principios marxianos que cambian según el sol que más calienta, nuestro alcalde –que suele preocuparse de estas cosas– debe saber que es una inmoralidad que esta sociedad concesionaria continúe otros 75 años y que se le encargue este proyecto. Menudo ejemplo para Europa, premiar a quien ha contribuido el primero a degradar un espacio público con una dejadez más pertinaz que la sequía.
Este sábado 20, numerosos colectivos de Málaga protestarán en el balneario contra esta decisión inmoral, que la falta de dinero público no puede justificar. Si no se retira la concesión a quienes sólo han hecho deméritos, la Sopa de ganso malaguita pasará de surrealista a indigesta.
Señor Alfonso, ¿A quién puede sorprenderle el premio?
La concesión pública debe ajustarse a los principios de demérito, incapacidad y desigualdad. Corolario de este último es la no publicidad que garantiza la no concurrencia.
Un saludo, y muchas gracias.