Hasta seis políticos se dieron cita para soltar a una tortuga marina en aguas de Málaga. Para que luego se quejen quienes pretenden reunirse con ellos.
Los estudios Disney tienen la oportunidad de reventar la taquilla el próximo verano si se inspiran en la tierna historia de este fin de semana en Málaga. Como más de uno sabrá, nada menos que seis altos cargos de nuestra atareada administración se dieron cita el pasado viernes para soltar un único ejemplar de tortuga marina, recuperada no gracias a sus cuidados, sino a los del CREMA, que no suelen salir en la foto.
Cuando uno piensa en los meses que a veces se tiran las asociaciones de vecinos más críticas para conseguir una cita con los mismos políticos que tan mimosos se mostraron con la tortuga, se comprende el pequeño milagro que ha obrado este quelonio.
Porque sólo una tortuga digna de una película Disney podría reunir, el día de su ansiada liberación, al alcalde de Málaga, el presidente de la Diputación, el concejal de Medio Ambiente, la concejala de Playas, el delegado de la Junta de Agricultura de Agricultura Pesca y Medio Ambiente y el diputado de Medio Ambiente. Piensen qué habría pasado si en un lugar de una tortuga fueran diez, el Congreso de los Diputados en pleno se habría sumado a la suelta de la tortuga.
En la mentalidad del político medio y sus gabinetes de comunicación no hay nada como una foto amable y etérea, que contagie un soplo de humanidad a unos políticos profesionales que muchas veces nos recuerdan, por su verbo grácil y su capacidad para conectar con el respetable, a la computadora Hal 9000 de Kubrick, aunque Hal 9000 jamás emplearía las expresiones «poner en valor», «se lo digo desde la sinceridad», «usted falta a la verdad» ni «andaluces y andaluzas».
En una sociedad que adora la imagen, lo importante es la foto, por eso lo mismo hubiera dado que soltaran una tortuga o un filete Strogonoff. Por unos instantes, arremangados y rodilla en tierra, como personas normales y no como androides de protocolo, nuestros políticos transmiten la sensación de que, en el próximo pleno, comisión ejecutiva o reunión, serán capaces de asumir errores propios y felicitar a los rivales. Algo que ustedes saben que es imposible y que sólo auténticos versos sueltos, liberados de las leyes de la robótica como Diego Maldonado, Pedro Moreno Brenes o, según le dé, Celia Villalobos, serían capaces de hacer.
Como anécdota propia de un androide fabricado sin imperfecciones, hace un par de meses uno de los asistentes a la liberación de la tortuga hizo repaso de su carrera política y confesó no encontrar ningún fallo digno de mención. ¿Qué ser humano que no milite en un partido de estricta obediencia puede dar una respuesta que habría entusiasmado al sombrerero loco de Alicia en el País de las Maravillas?
Hace otro par de meses, en un acto inecontrable en la agenda política del día pero de impacto visual porque aparecían niños, a últimisima hora dos políticos de primera fila hicieron lo indecible por aparecer en la foto y lo consiguieron, para asombro y desconcierto de los organizadores. Así son.
La foto de la tortuga sin duda les humaniza pero como asistieron tantos políticos, la humanización se pasó de la raya hasta rozar la categoría de película coral de Berlanga. Disney tiene un filón el próximo verano con La tortuga estresada por cargos públicos. Seguro que habrá continuación.