Si la oficina que fomenta los rodajes en nuestra ciudad quiere lo nunca visto, que otee algunas callejuelas traseras de Barcenillas, dignas de Ciudad de Dios 2
Ayer el autor de estas líneas fortalecía las piernas subiendo la calle Pinosol, tras dejar atrás las calles Barcenillas y San Lázaro, recuerdo de que estamos a un tiro de piedra de la Victoria.
Lo asombroso es que, a la mediación de Barcenillas, cualquier paseante se topa con una red de callejuelas que conectan directamente con el inframundo posterior a la era atómica y en cualquier caso, un paraje en el que parece que no ha entrado jamás ningún alcalde, concejal ni siquiera un cargo de confianza.
¿Son estas callejas competencia de la urbanización o del Ayuntamiento? Da lo mismo, aquí tenemos un nuevo caso de agujero negro administrativo, un trozo de Málaga donde se podría rodar la segunda parte de Ciudad de Dios, una poco tranquilizadora película sobre las rencillas en las favelas. Basta no subir la cámara y desvelar los altos bloques, para dar la impresión de que los protagonistas pasean por el laberinto de casas matas.
Algo parecen haber captado algunos vecinos de esta degradación, porque nada más entrar en estas callejuelas sin asfaltar, una pintada no nos invita precisamente a doblar la esquina ya que reza: «El bater de Nahuel».
Y la verdad es que hay cierto excedente de cacas, pensemos que perrunas. Los vecinos también aprovechan para dejar muebles viejos y la Naturaleza, afortunadamente, corre un tupido velo sobre tan lamentable paisaje haciendo crecer la hierba en buena forma sobre lo que antes eran las faldas sin urbanizar de Gibralfaro.
Ni siquiera las pintadas, salvo la del «bater de Nahuel» –un joven que debe de obrar como un mirlo– son dignas de recuerdo y sólo se salva una que quizás resume el sano espíritu imperante en la zona: «Idiotas you know».
Ya sabemos por qué no hay evidencias de que nuestros políticos han pisado esta zona. Se pueden caer rodando.
En la subida
Y no podemos dejar esta zona porque ayer, cuando hablamos de la subida alpina por la nueva circunvalación de la calle Pinosol, nos dejamos en el tintero dos pintadas antológicas, realizadas en un muro de contención de Gibralfaro.
Comencemos por la primera, que se inicia con un «Rockefeller», prosigue con el clásico «chúpame el» y concluye con un producto de la huerta que según la Real Academia de la Lengua, es una «planta anual de la familia de las crucíferas (…) con hojas glaucas, rugosas, lampiñas, grandes, partidas en tres lóbulos oblongos». La palabra viene, por cierto, del latín napus y si cambian la p por una b, tendrán una idea más aproximada del vegetal.
La segunda pintada no sólo es rotunda y radical sino digna de Almodóvar. Su único punto flaco es que generaliza de forma excesiva, pero también invita a la reflexión: «Sindicatos vendidos, políticos corruptos, banqueros asesinos, y tú… viendo Tomate y fútbol» (entiéndase el tomate, no como el producto de la huerta, sino el salido de la factoría televisiva del saber estar, la buena educación y la erradicación absoluta de las expresiones soeces).