El cementerio de los escombros ya está aquí

10 Jul

La parte trasera del antiguo Cementerio de San Rafael se usa para desprenderse de escombros sobrantes, de momento, una práctica reducida aunque con futuro

El cementerio de San Rafael, conocido como el Batatal, está asociado en la mente de los malagueños, aparte de a los terribles ajustes de cuentas de la Guerra Civil, al propio Camino de San Rafael que conduce a su puerta principal. Pero existe la parte trasera, muy poco conocida aunque, como veremos, parece bastante frecuentada, por las huellas encontradas.

Para ello sólo tenemos que tomar la calle Ubrique, que sale de la avenida de Ortega y Gasset y atraviesa todo el Tiro de Pichón, barrio en el que empiezan a surgir algunos bloques de pisos y a dejar atrás las casas mata, la mayoría de ellas de autoconstrucción.

La calle, adornada con tipuanas en una de las aceras, tiene entre sus mejores avales el instituto Rafael Pérez Estrada, pese a que el muro exterior es una algarabía de pintadas pandilleras, en el que, en ocasiones, los nombres de sus protagonistas aparecen sin solución de continuidad, homenajeando quizás esos tiempos del lejano pasado en los que no existía la coma. Es el caso de «paolacateto», por ejemplo.

Enfrente encontramos una pintada gigante, firmada de esta guisa: «Aprendiendo 2011». Su ritmo de aprendizaje es preocupante.

Pero lo importante de esta calle es su desembocadura. Dejamos un hermoso y reluciente ficus junto al patio del instituto para encontrarnos, a pocos metros, un ciprés rascando el cielo azul, con las mismas ganas de llegar alto que el ciprés de Silos. Estamos en la parte trasera del Cementerio de San Rafael. En medio, entre una turbamulta de rastrojos, un árbol reseco y sin hojas parece un relámpago en madera y al fondo, las siluetas elegantes de varios cipreses.

Lo más llamativo de este pequeño tramo trasero del camposanto, de apenas 50 metros de largo, es su muro, apto para que lo salte cualquier diestro jinete montado en un poni. Incluso el borde del muro tiene mellas y roturas, así que el poni no tendría que tomar mucho impulso.

Si nos asomamos a este muro, que cuenta con una verja en un estado impresentable, veremos cómo solucionan algunos mamíferos los problemas con sus escombros. Lo han adivinado: al pie del muro (un político malagueño, en su parco español, diría eso tan francés de «a pie de muro»), en la parte interior del cementerio, encontramos escombros de todos los colores así como palés destrozados y alguna caja.

Pese a este atentado contra las buenas costumbres, un palmito se atreve a crecer entre los ladrillos, lanzando el mensaje de que la Naturaleza puede terminar cubriendo todo lo depositado por los vándalos.

También en la parte interior de esta muro tan diminuto encontramos grafitis de todos los tamaños, señal de que el salto de esta pared es un rito adolescente más.

El Cementerio de San Rafael es lo que el poeta llamaba una tierra baldía, un batatal abandonado y con una creciente querencia por almacenar escombros. En las manos de los políticos está el cambiar este panorama lamentable,así que buenos estamos. Prepárense para largos años de inactividad y discusiones bizantinas hasta que amaine la crisis.

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