Aquí tienen las reflexiones de un arquitecto malagueño después de regresar a su tierra y toparse con los siete cíclopes blancos de la Malagueta
Un arquitecto malagueño que pasa largas temporadas fuera de su ciudad envió ayer un curioso escrito a este periódico, con la condición de permanecer en el anonimato.
La carta resume su sorpresa al descubrir en el horizonte de la playa de la Malagueta, «esa especie de cajas o contenedores con agujeros, que podrán quedar muy bien en otro sitio, pero no en un lugar como éste». Tratando de tranquilizarse, pensando que se trata de una obra en estado embrionario, pronto se siente angustiado al comprobar que el embrión «se ha quedado en feto», de ahí que evoque un famoso título de Almodóvar con estas tres preguntas que nuestros políticos no saben responder: «¿Qué ha hecho Málaga para merecer esto? ¿Quiénes son los responsables de esta bofetada paisajística? ¿De qué sirve que se embellezca la playa con palmeras y césped si luego nos ponen eso?».
El arquitecto repasa a continuación eso, los cajones, desde el punto de vista de un profesional indignado y señala: «Me encanta su volumetría, las puertas de servicio, tipo trastero, en primerísimo plano del Paseo, con esos ventanucos tan de diseño, y por si la parte acristalada podía resultar demasiado etérea y disminuir el efecto paredón del conjunto, va y se le colocan persianas ciegas».
Luego recuerda las inauditas declaraciones de uno de los padres de la obra, que se mostró orgulloso del atentado paisajístico para concluir, de forma cruda y advirtiendo de la carga escatológica, que «a nadie ni sus hijos le parecen feos ni sus pedos le huelen mal».
«¿Por qué no se convocó un concurso para una obra tan especial?», se pregunta. Queda «tragar y aguantar», dice, por eso reclama a las doctas autoridades que convoquen un concurso de camuflaje y, como en su día ya apuntó en parte nuestro alcalde, aventura: «Quizá al Servicio Municipal de Jardinería que tan buen gusto demuestra en sus trabajos, se le pueda ocurrir algo». Aquí termina la carta, firmada con un «También indignado».
Pero para ocurrencias institucionales, las del delegado de Medio Ambiente de la Junta, Javier Carnero, en una reciente entrevista en este periódico. Preguntado por los chiringuitos megalíticos de la playa más céntrica de Málaga; por esos siete homenajes de la ciudad a Moby Dick, hace notar que los malagueños no entendieron que había un cambio de criterio, y que se había pasado del chiringuito de toda la vida a este modelo, que a este firmante le recuerda el expreso de Irún con engañosos aires ibicencos.
Contemplen el panorama, si se lo permiten estas moles impresentables: la nueva Ley de Costas promete un nuevo desembarco de los bárbaros en nuestras playas gracias a nuestro atento Gobierno; el Ayuntamiento se lava las manos con estos algarrobicos especialmente diseñados para la Malagueta y la Junta, con las antiguas competencias de Costas recién asumidas, nos ha demostrado que se pueden alcanzar, en cuestión de meses, las más altas cotas de incompetencia e insensibilidad.
Señor arquitecto pase usted, si puede, más temporadas fuera de Málaga. Como ve, estamos rodeados por el fuego amigo.
Muchas gracias, señor Alfonso. Quizá algún día podamos ver desaparecer, para siempre, los siete cíclopes blancos. Y sancionados proporcionalmente a quienes los perpetraron .
Un saludo