La ajada escultura de Jaume Plensa en al plaza de Félix Sáenz sigue siendo el marco perfecto para pegar anuncios y hasta pegatinas animando al Borussia
Cuenta la leyenda que el zapatero de Roma Pasquino tenía más mala leche que un tártaro y era famoso por sus lengua afilada y sus cotilleos.
Muerto el zapatero, en la plaza donde trabajaba se instaló hacia 1501 una antigua estatua griega que colocaron delante de su antigua zapatería y le pusieron de mote Pasquino.
Fue la estatua de Pasquino, desde los siglos XVI al XIX, el lugar donde se colgaban los pasquines: notas anónimas al cuello de la escultura poniendo verde a todo lo que se movía.
Los tiempos han cambiado y en internet encontramos a diario a auténticos profesionales en colgar pasquines, en ocasiones con el mismo ímpetu y razonamiento que quien insulta al árbitro.
En nuestros días las esculturas públicas han quedado para otra cosa. Aparte de para gamberradas esporádicas como colgarle un jersey a la estatua del Biznaguero, en la plaza de Félix Sáenz subsiste una obra de arte llamada Casa dorada para pájaros que en realidad debería llamarse Casa publicitaria para pájaros pues el dorado hace muchos años que lo perdió en favor de la publicidad.
Está hecha de acero galvanizado con revestimiento de latón, fue realizada por Jaume Plensa y adquirida por el Ayuntamiento de Málaga en 2001 en época de vacas gordas, cuando todos los ayuntamientos de España pugnaban por contar con «obras de referencia». Esta obsesión por ser «referente» de algo, tan presente todavía en las notas institucionales, sabe Dios la de dinero público que nos ha costado.
En 2008 el pleno municipal de julio aprobó por unanimidad restaurar esta obra, que ya declinaba. Si en estos años se ha restaurado ha debido hacerlo el hombre invisible porque la casa dorada continúa para el arrastre.
Sigue siendo, eso sí, una valla publicitaria gratuita y raro es el día que no aparece cubierta de anuncios de todo pelaje. Así, un quiromasajista titulado a domicilio ofrecía ayer masaje, relax, shiat-su Japonés, así como masaje facial y lifting japonés, mientras que un conocido establecimiento del Parque reclamaba personal para el verano. No falta el anuncio de pinturas y reformas de pisos, cocinas, baños, comunidades y locales a «precios económicos» y «si estás pensando en irte a vivir a un país que hable inglés» o «quieres hablar inglés en tu vida cotidiana» ya se sabe: habrá que recibir clases de inglés.
Pero no es la única academia que se anuncia, otra muy céntrica ofrece clases de «alemán, francés, italiano, árabe, griego moderno, etc.» (en ese etc. ¿qué idiomas ignotos estarán incluidos?).
El más inquietante de todos es el de un echador de cartas que se anuncie como sigue: «Echo las cartas (Baraja Española) vislumbro pasado y futuro, oráculos, imposición de manos, adivinación por otros métodos». Vendría muy bien para trabajar en el FMI y aclararnos el panorama.
Pero para hablar de inquietud, una pegatina que debió dejarla en abril algún alemán beodo tras trepar por la casa dorada. Dice lo que sigue: «Boah ey, boah Ey, Borussia geh´nie vorbei!», un canto de ánimo al Borussia de Dortmund y a sus complacientes árbitros. Así de bonito luce este ajado monumento, eco apagado de una época boyante y poco precavida.