Quién hay detrás del Muro de las Catalinas

25 Jun

No hubo religiosas catalinas en esta zona de Málaga, aunque exista la llamada iglesia de Santa Catalina, un nombre surgido de un curiosísimo malentendido

El (divertido) asunto de hoy ha sido posible gracias a la amabilidad del periodista malagueño Antonio Márquez, de Procono Televisión.

El vandalismo urbanístico que con tanto éxito se perpetra en estas tierras eliminará en breve una calle con una larga historia a sus espaldas, el Pasillo de Atocha. Debe su nombre a una imagen de la Virgen de Atocha que se encontraba en esta vía tan próxima al río, una zona en la que trabajaban los esparteros, que necesitaban remojar el esparto en el Guadalmedina (la atocha es el esparto), de ahí que la calle vecina, donde se levantará un lamentable hotel-pantalla de diez pisos, se llame Hoyo de Esparteros.

Algunas calles de Málaga esconden historias de otros siglos, de gremios desaparecidos, claves para viajar a través del tiempo y conocer esa ciudad del pasado que sólo podemos imaginar con la ayuda de planos, grabados y algunos ecos que escuchamos del callejero.

Pero si el origen del Pasillo de Atocha está claro, por mucho que peguemos la oreja al Muro de las Catalinas no escucharemos gran cosa y será mejor así.

Esta calle recuerda con su nombre la muralla nazarí que rodeaba toda la ciudad por el norte, siguiendo la calle Carretería y que enlaza con la calle Muro de San Julián.

Ahora bien, si se le conoce con el nombre del Muro de las Catalinas, ¿donde están las religiosas catalinas? Parecería que son las que desde finales del XVIII y hasta hace pocos años, vivieron en el llamado convento de las Catalinas, de las vecinas calles Andrés Pérez y Arco de la Cabeza. Pero resulta que estas monjas eran dominicas y de hecho la iglesia conventual también se conoce como de la Aurora y la Divina Providencia.

Consultado el profesor de  Historia del Arte Francisco Rodríguez Marín, autor del libro Málaga conventual, remite al famoso divulgador Antonio Canca, que comprobó que no hay fuente histórica que recoja la presencia de monjas catalinas en esta zona, algo que también corroboraron las religiosas dominicas con las que habló.

Sus deducciones le llevaron a que en esta parte de la ciudad, vecina del camino de ronda pegado a la muralla, el que fuera un lugar oscuro y solitario propició la proliferación de sujetos agachados y las consiguientes catalinas, en su denominación popular, que también recoge la RAE: «Excremento humano» (otros diccionarios, excesivamente precisos añaden que es «de textura blanda»).

Así que cuando el vulgo conoce como convento de las catalinas el de las dominicas, aparte de la confusión de órdenes religiosas se refiere a algo que, como recalca el profesor Rodríguez Marín es «una denominación popular y sin base teológica».

Pero este jaleo nominal se complica porque, según fuentes del Obispado de Málaga, la iglesia de la Aurora y la Divina Providencia ahora se llama oficialmente… Santa Catalina.

Saquen ustedes sus conclusiones pero, ¿no sería mejor correr un tupido velo y volver al nombre anterior? El actual procede de una práctica unida al origen del Hombre, además de poco inodora. La verdad es que, en este contexto, llamar a esta iglesia de Santa Catalina no deja de resultar desconcertante… y en el fondo bastante divertido.

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