No hay más indignidad para los homenajeados en los callejeros que presidir una calle, avenida o glorieta que sólo nos evoque el nombre de esa mítica española que tantos aseguran conocer: Dolores Fuertes de Cabeza. También parece existir cierta Dolores Fuertes de Barriga. De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística 4.700 españolitos tienen Barriga… como segundo apellido, así que de todo hay en esta viña todo puede ser.
Hay que admitir que daba cierto reparo pasear por la avenida de Pedro Salinas, en Florisol, a continuación del Camino de Suárez y junto a la barriada de Carlinda.
El problema estaba en que el paseante comprobaba que el último tramo era una suerte de terreno en descomposición con la gravedad de que a pocos pasos tenemos el colegio Severo Ochoa (el Nobel de Física podría habérselo pasado bomba examinando las bacterias de la zona).
Los tiempos han cambiado y todo este maremágnum de inmundicia se ha convertido en un mal recuerdo.
Hoy, pasear por la avenida del poeta que tan bien conoció los misterios del amor no es una experiencia necesariamente antihigiénica a menos que el paseante repte por la hierba.
Existe una continuidad estética y botánica en el paseo ajardinado de esta avenida, presidido por un panel de cerámica con la figura del desaparecido presidente de la asociación de mayores de Carlinda, Rafael Jiménez, ejemplo de vecino entregado y generoso, que nos dejó en 2010.
El paseo de Rafael Jiménez, en la avenida de Pedro Salinas, tiene a la derecha la calle Galeno, todavía con las bauhinias en flor, que son unos árboles en los que parecen crecer orquídeas gigantes.
Para contrarrestar, en este paseo ajardinado hay una primera hilera de palmeras de Cunningham y en un discreto segundo plano, árboles (¿un tipo de brachichiton quizás?) de muy buen ver.
Este jardín, con bancos en relativo estado de conservación (no han sido acuchillados de forma demencial como en otros rincones de la ciudad) se interrumpe con la calle dedicada a José Luis Estrada, que además de alcalde de Málaga fue un gran amante de las letras, para continuar con el último tramo de jardín que, hasta hace pocos años, era un terrizo-cagadero.
Todo estos males han desaparecido: en su lugar hay nuevos bancos sin acuchillar y macizos de lantanas con los colores de la bandera de España y lo único que tenemos que echar en falta es una cortadora de hierba, pues crece en mitad de la acera como Pedro por su casa.
Paseen y disfruten sin miedo de este medio kilómetro de árboles y flores. Se acabaron los gérmenes.
Perlas falsas
Y si Pedro Salinas se encuentra en buen estado, el pasado martes el parterre que subsiste sin gracia delante del Instituto Internacional San Telmo, la antigua finca de los jesuitas (que no de los teatinos) en la avenida de Carlos Haya, aparecía perlada de plásticos varios. Otra vez será.