El documentalista malagueño José Antonio Hergueta comentaba esta semana que lo de hacer documentales permite mostrar a la vez todas las capas de la ciudad.
Sin necesidad de estar cámara en ristre, estos días malagueños y visitantes podemos tener una sensación parecida con sólo asomarnos por la calle Granada y en concreto, por la zona donde se alzaba la puerta de entrada de la ciudad, la Puerta de Granada, por la que el 19 de agosto de 1487 hicieron su entrada triunfal los Reyes Católicos una vez tomada la ciudad musulmana. Sus Católicas Majestades hicieron limpiar la ciudad de cadáveres y mandaron restaurar sus murallas, que no desaparecerían hasta finales del XVIII, cuando, como en otras ciudades europeas, se habían convertido en un elemento decorativo que impedía el crecimiento urbanístico.
Precisamente del siglo XVIII es la conocida farmacia Mamely y a sus pies estos días podemos ver, con las obras de cambio de piso de la calle Granada, restos de la muralla musulmana, en un punto en el que los combates entre castellanos y malagueños fueron realmente cruentos, y si nos paramos a escuchar, todavía captaremos el eco de los disparos de las primitivas lombardas.
Este lienzo de muralla arranca un poco más a la derecha, en la Alcazaba. Si ustedes se acercan a un terrizo sin definir que hay cerca del túnel de la Alcazaba, verán los restos de esa misma muralla, que nacen de una torre y luego aparecen incrustados entre un par de casas, escoltados por un edificio del constructor y cofrade Antonio Baena Gómez de los años 20, con las iniciales de su autor (ABG).
Esa misma muralla es la que rodeaba la ciudad por la calle Carretería y también fue utilizada con fines constructivos por la burguesía, de ahí que hace unos años apareciera un tramo, que en una discutible rehabilitación fue transformado, talmente, en el lienzo de un conocido centro comercial.
Esos restos de la calle Granada que casi miran a la plaza de la Merced fueron testigos del cerco y ataque a la ciudad, así como del paso victorioso de los Reyes Católicos, en cuyo honor se instaló en la Puerta de Granada, un gran altar que marcó el final de la Málaga musulmana.
No son unos restos cualquiera y nos hacen conjeturar qué vestigios de esta Málaga de comienzos del XXI –la de la ciudad desinflada tras el boom inmobiliario pero todavía esperanzada– contemplarán los malagueños de dentro de cinco siglos. Posiblemente, los restos del Muelle Uno y de siete extrañas fortificaciones a lo largo de la playa de la Malagueta. ¿Acaso habían regresado los piratas? Si los arqueólogos del futuro encuentran pruebas gráficas o documentales de que en realidad se trata de merenderos ciclópeos se llevarán una triste impresión de nuestra sensibilidad medioambiental en estos tiempos disparatados.
Pulgares
En recuerdo de un núcleo de casas con cortijo en Alfarnatejo, dos calles de Mangas Verdes tienen el exótico nombre de Pulgarín Alto y Pulgarín Bajo.