Dos maneras para librarse de un edificio

22 May

En líneas generales, para derribar un edificio sólo hay dos posibilidades: o echarlo abajo o dejarlo caer.

De la primera categoría hay ejemplos muy dolorosos en Málaga. La iglesia de San José, sin ir más lejos, en la calle Granada y muy cerca de la iglesia de Santiago, fue demolida con la autorización de la entonces inconsciente Diócesis de Málaga, para dejar en su lugar uno de las pesadillas arquitectónicas más exitosas de la Costa del Sol.

Piensen en un edificio feo y deprimente y no se aproximará ni de lejos a la decrepitud de este brillante ejemplo de arquitectura basura. Sólo la estrechez de la calle evita a los turistas alzar mucho la cabeza y estremecerse.

Si a ello añadimos la pérdida de la iglesia, concluiremos que habría que elaborar una nueva categoría penal internacional, una suerte de crímenes estéticos contra la Humanidad que conllevara penas de 10, 15 y hasta 20 años para el autor, consistentes en vivir todo ese tiempo de alquiler en su propio engendro.

De la segunda categoría, la que deja que los edificios caigan por su propio peso, ahí tenemos esos dos amasijos de la calle Vendeja, de los siglos XVIII y XIX, el más joven de los cuales asoma desde hace lustros a la plaza de la Marina ofreciendo una imagen muy poco esperanzadora de la ciudad.

¿Entrará en esta categoría el Corralón de las Dos Puertas de la calle Curadero? Fue salvado in extremis por un pleno municipal de 2011 de ser demolido por la Junta de Andalucía, y ahora que luce la protección arquitectónica I bien puede terminar hecho fosfatina mientras el Ayuntamiento y la Junta deciden quién se queda el muerto de rehabilitarlo.

Lo que ya no está tan claro es la categoría a la que pertenece el edificio de los cines Astoria y Victoria. ¿Será demolido o el Ayuntamiento irá dejando que se caiga por capítulos?

En principio la intención es sustituir, previa demolición, este indigesto bloque por otro de nueva obra y más méritos arquitectónicos, pero quién sabe si en el periodo de transición, que se presume largo porque no hay un duro, el Astoria no termina descuajaringándose a plazos.

Méritos está haciendo para ello, de tal forma que yo de ustedes, y por lo que pueda caer, no me arrimaría mucho a estos cines de nuestra infancia y juventud, que un día exhiben una cornisa en estado precario, otro pierden una placa de revestimiento de la planta baja y terminan perdiendo los papeles.

La sabiduría popular, que casi nunca coincide con la política, lleva muchos años pidiendo la demolición de una vez y no por fases, es decir, la inclusión del Astoria y el Victoria en la primera categoría. De haberse incluido no estaríamos con el corazón encogido, mirando al cielo nada más llegar a la plaza de María Guerrero con el mismo temor que los galos de Astérix.

Disfrutaríamos de un terrizo sin desprendimientos y de unas vistas impagables de la plaza de la Merced casi fusionada con la Alcazaba. Luego, ya se vería qué hacer con el cinematográfico llano. Pero la política en Málaga es el reino de los indecisos. Bien puede decirse que nuestro presidente del Gobierno no está solo: a los políticos de la tierra de Picasso también les encanta hacerse los gallegos.

Una respuesta a «Dos maneras para librarse de un edificio»

  1. La desidia y los intereses de estos energúmenos que se autodenominan «políticos», han convertido Málaga en la «Ciudad de las escombreras». Entre las «peleitas» que denunciaba el defenestrado Chamizo y las puñaladas traperas entre Junta y Ayuntamiento, el ciudadano consciente asiste anonadado a esta demolición salvaje de nuestro pasado. Como muy bien usted dice, con la desaparición de la manzana del cine Astoria tendríamos un espacio digno de una gran ciudad mediterránea, con los restos fenicios, romanos y árabes como parte de un espacio privilegiado, pero no, aquí construimos la Universidad sobre los restos de nuestros antepasados. Así nos va.

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