La primavera, ese primer verdor del que hablaban los romanos, nos ha dejado una historia del mundo animal de la que ya dimos cuenta hace un par de años y que habría entusiasmado al naturalista Gerald Durrell, autor de la inolvidable trilogía de Corfú, encabezada por Mi familia y otros animales y que, como no podía ser menos, continúa con Bichos y demás parientes.
La historia ha tenido lugar en el jardín botánico de La Concepción, esa finca histórica que, gracias a una conjunción astral de responsables huevones en el Ministerio de Fomento, lleva 19 años sin un acceso seguro a pie para los cientos de visitantes que utilizan el transporte público (el tramo sin aceras pertenece a este inepto ministerio).
Volviendo al reino animal, el protagonista de nuestra historia es una lavandera cascadeña, un pájaro del tamaño de un gorrión, aunque de plumaje gris azulado por encima y por debajo, de un amarillo vistoso.
Este pajarito ha demostrado una tenacidad a prueba de águilas, porque los 20 primeros días, de la primavera, viéndose reflejado en una de las ventanas de la casa palacio, ha mantenido desigual combate con su propia (y triste) figura, en una pugna ciertamente quijotesca.
El animalito, que se encontraba en celo, vio invadido su espacio y se dispuso a defender el territorio con la intensidad de un político en primarias.
Así, practicando con su reflejo como un boxeador con su sombra, ignoramos si con tanta energía derrochada en estos 20 días la lavandera ha podido luego cumplir con su función nupcial. En todo caso un amable funcionario de La Concepción, testigo de este combate con uno mismo porque la ventana era la de su despacho, dice no saber si finalmente venció «el pájaro o su reflejo».
En 2009 ya dimos cuenta de una situación parecida. La casa palacio tiene en el lateral derecho una entrada que da a un recibidor con un gran espejo. Como esa puerta suele estar abierta, es muy normal que entren pájaros que se quedan en la salita como quien aguarda una cita con el especialista.
En esa ocasión fue un mirlo en celo quien emuló a Alonso Quijano dejando cada día la huella de su patas y pico en el espejo, así como algunas deposiciones, lo que nos da una idea del esfuerzo empleado.
En cuanto a la lavandera, su nombre guarda relación con su querencia a estar cerca de los ríos y acequias, pues a pesar de su comportamiento ante las ventanas y espejos, es un ave que no tiene nada de tonta.
En el jardín botánico puede encontrarse este combativo pájaro cerca del estanque de la Ninfa, la tura de Las Plantas de Nuestra Vida y junto al estanque que hay a la entrada.
Una fan
Diálogo cinéfilo recogido ayer en la calle Molina Lario entre dos aficionadas al Festival de Málaga:
–Ayer vi a uno famoso.
–¿A quién?
–Al de la comedia esa de risa de la televisión. Al portero.
–¿Al feo?
–Sí.
Lo que el séptimo arte no haga por Málaga…