Ayer hablamos del estado ciertamente mejorable del mirador de Gibralfar, un rincón de importantísima afluencia turística que más parece un punto de desguace. También hay que resaltar que el resto del camino al castillo se encuentra en un estado muy bueno y limpio y que sólo es este balcón el que concentra el mayor número de pintadas, suciedad y efectos turísticos inservibles.
El panorama en los jardines de Puerta Oscura es bien distinto. En esta primavera se encuentran espléndidos y bien atendidos, y son muy pocos los puntos en los que haría falta una actuación rápida.
Uno de ellos es el pequeño estanque que encontramos a media altura, a la derecha. Una vez más las pintadas gigantescas, y todo sea dicho, muy complicadas de quitar, se ensañan con los muros de piedra. El estanque cuenta con una primera pileta, adornada con la cabeza de un león, de cuyas fauces parece salir una ristra de pimientos, gracias a la pericia de los grafiteros. Y por supuesto, encontramos firmas ególatras por todos lados. Además, si técnicos de la OMS examinaran las aguas del pilón más grande, lo clausurarían. En todo caso, en el magma verde flotan botellas de distintas graduaciones alcohólicas.
Tampoco los árboles se libran de la incultura y más de uno tiene la marca del espray, a años luz del bosque que pintara Agustín Ibarrola.
Y en cuanto a la antigua biblioteca –pues aunque algunos no lo sepan, en estas alturas hubo una biblioteca y fue utilizada por miles de estudiantes de hace medio siglo– los bancos para el empolle de las lecciones se encuentran espléndidos. La biblioteca permanece cerrada gracias a una artística puerta de hierro y en su interior podemos asomarnos para contemplar las baldas vacías y con telarañas, muy propias para la familia Adams.
Mientras bajamos, ya se ve en el césped un extraño dibujo que corresponde a la letras en árabe de Málaga, así que no son un capricho del jardinero. En uno de los bancos, desde julio del año pasado, un corazón une los nombres de Deivid (sic) y Jessy, a quienes les deseamos lo mejor. Y ya casi en el nivel más bajo llegamos al camino más frecuentado: el de la cuesta que conecta con el paseo de don Juan Temboury.
Son muchos los turistas que atraviesan este camino jalonado por cipreses y jacarandas y la mayoría se detiene al llegar a una señal turística incompleta, al inicio de las verjas oxidadas y frente al Rectorado. La señal les indica cómo seguir subiendo hacia Gibralfaro, e incluso cómo llegar al vecino palacio de la Aduana, pero nada dice de dónde puñetas se encuentra la entrada turística a la Alcazaba. Incomprensible ausencia en la señalética municipal.
En cualquier caso y esto es lo importante, los jardines de Puerta Oscura están muy visitables. Se pueden enseñar sin que nos suba la color a la cara.
Invisibilidad
Que este próximo Festival de Cine Español la ciudad de Málaga, que para eso es la sede, no sea un invitado invisible detrás del photocall. Hablaremos.