Hace unos días volvimos a comprobar el grado de compromiso de la Diputación con los políticos que se enfrentan al difícil trance de dejar su cargo.En la vida real las cosas no son tan idílicas, pero hay excepciones. Uno de los pocos rincones de Málaga en los que podemos evocar un pasado mejor, una realidad bucólica porque no ha cambiado en los últimos diez siglos (por no decir once) es El Romeral.
Pese a la crisis y a que los malagueños de a pie no contamos con el respaldo de una formación política, El Romeral sigue ofreciéndonos un escenario que anima a cualquiera.
Sin duda que en este rincón de Málaga don Quijote evocaría con más fervor esa edad de oro sin malicia ni posesiones de la que hablaba a los cabreros, en la que bastaba con levantar la mano y servirse de los árboles, en total comunión con la Naturaleza, para saciar las necesidades.
La explicación de este portento se debe a la presencia, desde hace cientos de generaciones, de tres grandes parcelas de tierra que hoy conforman una suerte de parque natural tomado por este primer verdor de la primavera. Flores blancas y amarillas se han extendido en formación por los terrenos en estos días, ofreciéndonos un panorama de ensueño que hace olvidar las penas a cualquier vecino sin empleo.
Estas tres grandes parcelas se encuentran en el corazón de un barrio que ha tenido una intensa pero correcta urbanización, con calles amplias y zonas verdes. Así pues, ¿a qué se debe esta anomalía?, ¿cómo cuenta El Romeral con este trío de espacios que siguen albergando la Naturaleza salvaje?
Todo se lo deben los vecinos a nuestras administraciones, pues son terrenos públicos intocables que ni en la época de bonanza inmobiliaria y descontrol han merecido su interés.
La más grande de todas y la más espectacular es la que da a las calles Eolo, Navarro Ledesma, José Ribera y Carmen Laforet (quién sabe si no se trata de un guiño administrativo a la obra cumbre de la autora, Nada).
Si se dan una vuelta por este paraje, se encontrarán con una verdadera sinfonía Pastoral, una alfombra de flores para la que la asociación de vecinos lleva proponiendo desde hace más de una década a nuestro Ayuntamiento los equipamientos más diversos. Sin resultado, claro.
Así que los vecinos lo han convertido no solo en aparcamiento gratuito sino también en el pipicán más grande de Málaga.
Un poco más pequeño es un solar vecino, al otro lado de la calle Carmen Laforet, y que llegó a tener un cartel de la Junta de Andalucía de unas obras que debían realizarse en los años 90. El intento sólo quedó en el cartel.
En cuanto al tercer solar, al otro lado de la calle Eolo, lleva esperando que se convierta en parroquia desde la conversión de Recaredo.
Ya me dirán si no se puede recordar la añorada edad de oro en esta reserva natural gracias a la impericia de nuestros gobernantes. Si están decaídos, si no tienen un partido político amigo, en El Romeral recobrarán los ánimos para seguir luchando por la difícil subsistencia.