En estos días toca calibrar cómo nos ha ido en la Semana Santa, señalar las luces y sombras de unas jornadas que, pese a la crisis y el agua, han estado repletas de visitantes de más allá de Despeñaperros. Hoy toca, en esta línea de los balances, resumir unas interesantes reflexiones de Juan Antonio Sánchez López, el profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Málaga, que del Domingo de Ramos al Viernes Santo ha ofrecido en La Opinión el examen artístico de una imagen que procesionaba ese día.
El repaso a la factura y los secretos de las tallas del Señor de la Humildad, Jesús Nazareno de la Pasión, Jesús de la Humildad y el Perdón, el Berruguita, el Nazareno del Paso y el Cristo de la Redención le han servido además para analizar la salud artística de la Semana Santa. El resultado eleva la moral a cualquiera y de paso derriba tópicos sobre los desgraciados actos vandálicos del 31.
Este doctor en Historia del Arte, autor de una tesis doctoral que hoy es básica para entender la Semana Santa, El alma de la madera. Cinco siglos de iconografía y escultura procesional en Málaga, concluye que si bien fue una verdadera desgracia la pérdida casi en bloque del patrimonio artístico cofrade en los años 30, también tuvo «muchísima suerte» al reconstruirlo.
A mal tiempo buena cara porque este partir de cero fue también la oportunidad para conseguir obras de numerosos artistas de la época, de ahí que el profesor resalte que en nuestra ciudad están representados todos los círculos escultóricos de Málaga y España. Y, yendo más lejos, concluye que en nuestra ciudad está «lo mejor de lo mejor y en algunos casos las obras maestras de todos los artistas que trabajaron la escultura procesional en el siglo XX». De ahí que todo el que quiera conocer la escultura religiosa en España durante el siglo pasado deba acudir a Málaga pues aquí se encuentran grandes obras de Miñarro, Benlliure, Buiza, Ortega Bru, Dubé, Álvarez Duarte… e incluso para estudiar a José Capuz, que sólo tiene una obra aquí (el Resucitado) es necesario visitar nuestra ciudad.
Y haciendo uso de la historia ficción, ¿qué habría pasado si no se hubiera quemado una sola imagen hace 80 años? José Antonio Sánchez López está convencido de que algunas obras habrían terminado siendo sustituidas «porque no todo lo que se perdió era bueno, ni muchísimo menos».
Por todo ello concluye que el nivel de calidad de la imaginería de nuestra Semana Santa es «muy muy alta», salvo cinco excepciones que no menciona. Hora es de valorar, desde el punto de vista artístico, lo que tenemos, en lugar de seguir viendo las quemas del 31 como una tragedia de la que esta ciudad, desde el punto de vista artístico, nunca se ha recuperado. Ya vemos que no es así, afortunadamente. El punto de vista del profesor Sánchez López es un soplo de optimismo.
Riesgos del directo
Un niño de 8 años, en primera fila para ver pasar las procesiones cerca de la Alameda, sintió súbitas ganas de cambiar el agua al canario. Lo hizo ayudado por una providencial botella vacía, mientras los familiares lo rodeaban en círculo, para tapar la faena.