Si algún experimento urbanístico ha resultado fallido ese ha sido el de la peatonalización de un tramo de la calle Trinidad Grund, el que desemboca en la plaza de la Marina. Tampoco hay que ser Sherlock Holmes ni su ayudante para deducir algunos de los motivos por los que esta calle no repunta, y no nos referimos a la crisis.
Sólo hay que mirar abajo, al suelo, y preguntarse cómo el Ayuntamiento de turno escogió los materiales más cutres del mercado internacional para peatonalizar esta vía. Quitando el detalle ornamental de una ristra central de lo que parecen adoquines, el resto son placas de hormigón de película de serie B, que ahora lucen sucias y resquebrajadas. Más que dar un paseo, al entrar en Trinidad Grund dan ganas de buscar una vía de escape.
Luego tenemos el asunto de los edificios abandonados, que darían para un serial de misterio con Belén Rueda. De hecho, las últimas noticias relacionadas con esta calle sólo hablan de desgracias. Sin ir más lejos, a comienzos de mes se desprendieron diez metros de cornisa del palacio de Trinidad Grund, en la fachada que da a la calle Vendeja. La impepinable ley de la gravedad dejó tres coches como el prestigio de Berlusconi. Por suerte, la única vecina que vive en la casa no sufrió ningún daño.
El palacio, con sus tres balcones preñados, sus elegantes cierros y las dos conchas que adornan el dintel de la puerta principal es uno de esos inmuebles que, de vez en cuando, se barajan como sede institucional de algo. Lo que ocurre es que en Málaga son ya tantos los edificios públicas a la espera de albegar algo que este ha pasado al olvido.
En la planta baja todavía pervive la placa de un Medical Center, pero las ventanas con periódicos (atrasados) nos confirman que es mejor no hacerse allí un chequeo.
Junto al palacio, en dirección a la plaza de la Marina, nos encontramos con otro edificio de aires dieciochescos, que luce un chillón establecimiento de cerveza belga ya cerrado y tras un edificio de factura moderna y en buen estado, el despropósito de un mamotreto de andamios que sujeta una suerte de carcasa del XVIII, que junto con un edificio del XIX que da a la calle Vendeja, conforman un prometido proyecto de hotel que tarda en hacerse realidad. De construirse algún día, acabaría con la estampa de abandono de la castigada calle Vendeja y este tramo olvidado de la calle Trinidad Grund.
Mientras llega ese día, ajo y agua, mucho ánimo a los comerciantes que siguen apostando por la calle Trinidad Grund y de vez en cuando, alcemos la mirada al cielo porque las cornisas, ya se sabe, son cosas que caen por su propio peso.
Autobuses inaccesibles
Francisco, un jubilado malagueño con una minusvalía, quiso transmitir ayer la trabajera que le supone coger el autobús en la Alameda, ahora que algunos autobuses no paran pegados a la acera, por la presencia de las sillas de Semana Santa. «Si viene una persona en silla de ruedas el autobús no puede sacar la rampa», recuerda.