Hoy, en esta sección, vamos a aparcar a un lado las noticias negativas. No es hora de hablar de esa perspectiva tan poco halagüeña de la basura conviviendo con los tronos o esa especie de Estrella de la Muerte que, todos los años y por estas fechas, se perpetra en la plaza de la Constitución por una incomprensible decisión de la Agrupación de Cofradías (la comparación galáctica nos la proporciona un amable lector).
Y mejor mandemos, al menos hoy, con viento fresco a la prima de riesgo y a ese maleducado tesorero que nos hace la peseta para que no nos fijemos en sus euros.
Por contra, centrémonos en una imagen idílica, captada el viernes por la mañana de la semana pasada en la plaza de la Merced gracias a otro atento lector. En lo alto de las Casas de Campos, centro del peregrinaje picassiano, un hombre anónimo está leyendo tan tranquilo en lo alto del tejado.
El cielo es de un azul intenso y el lector está sentado en el bordillo del tejado, casi en cuclillas, porque se ve que es una persona alta, apoyando los pies en las tejas.
Cualquier observador imparcial concluirá que es un imprudente, que la comunidad de propietarios no permite realizar estas excentricidades y que se está jugando el pescuezo. Cierto, y también que con que una teja se cayera al suelo, ya teníamos una brecha en la cabeza de algún tapeador.
Pero contemplada esta foto tal cual, aquí al firmante le ataca el gusanillo de la envidia. Y eso que no sabemos lo que está leyendo. Sin embargo, aunque tuviera en sus manos las memorias de Kim Il Sung o cualquier otro sátrapa, este hombre podría levantar la vista de cuando en cuando y disfrutar de un regalo maravilloso.
Téngase en cuenta que ningún político con empacho de alucinógenos ha autorizado en esta parte del Centro la operación setentera de Hoyo de Esparteros. Quizás sea porque la plaza de la Merced ya recibió su merecido con la surrealista demolición de la iglesia de la Merced en los sesenta, para levantar uno de los iconos de la arquitectura basura malaguita.
Si obviamos este último bodrio, el llamado edificio Pertika, el panorama es inmejorable, con los viejos tejados del Centro, la torre de la iglesia de Santiago y la feliz perspectiva de que, tras la carísima compra del cine Astoria, parece casi seguro que este edificio, otro hito de la antiarquitectura local, morderá el polvo un día de estos.
Y justo abajo, la plaza de la Merced, remodelada y salvada de ser una enorme terraza de copas gracias a la insistencia de los vecinos.
Desde esa privilegiada y peligrosa terraza, este lector anónimo puede leer el pasado, el presente y el futuro de un rincón de la ciudad. Con la que está cayendo, ¿quién da más?
De quién es la vida
En el río Guadalmedina, a dos pasos del hotel NH, una pintada reivindicativa y muy filosófica: «No puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía».