Esta sección se ha detenido en más de una ocasión en las pintadas de corte amoroso que, provocadas por una inflamación del corazón, se vuelcan luego en las paredes.
De todo tipo hay, como en la viña del Señor y aunque también abundan en nuestras calles las que ni siquiera por su extrema zafiedad saldrían en un programa del corazón (lo que ya es decir), lo cierto es que abundan más las clásicas.
Recordemos por ejemplo las que un anónimo enamorado se dedicó a volcar en la zona de Girón-Las Delicias y el Parque Mediterráneo, de las que hablamos a finales de enero. Y así, en la Realenga de San Luis podemos leer: «Me arrepiento de muchas cosas pero no de haberte conocido» y compitiendo con la blancura del Parque Mediterráneo podemos leer en negro: «Las cosas van y vienen pero tú permaneces».
Pues bien, en las cercanías de El Ejido, en concreto en una escalinata de la calle Gordon tan pronunciada como la de Odessa o esa otra que coronó el boxeador Rocky y que nos deparó una de las sagas que más han golpeado el ánimo del aficionado al cine.
Pero en esta de la zona universitaria, lo meritorio es que cada peldaño de su tramo más alto contiene un mensaje amoroso, así como las paredes y las columnas, formando así un ecosistema del amor que, si algún día se rompe la magia de la pareja, será difícil borrarlo.
Quizás el más ingenioso de todos, aunque provoque la protesta de Jaime Peñafiel por error en el protocolo sea el que puede leerse en una pared del conjunto: «Levanta la cabeza que se te cae la corona princesa». ¿Corona principesca?, habría que discutirlo.
Pero los ánimos se inflaman y ahora viene la sucesión de peldaños, una escalera hacia el amor verdadero. Aquí va el primer peldaño: «Eres el motivo por el que cumpliré todos mis sueños» y continúa el ascenso con mensajes como «Mi nena, la mejor», «Eres todo lo que no soy», «Una vida sin ti no es vida», «Cambiaría mi vida por un segundo al lado tuya», «Cuando un sentimiento es de verdad, ni el tiempo ni la distancia lo cambia», «Todo contigo, nada sin ti». Y la que para este firmante es la más poética de todas: «Sin despertar ni bajar de esta estrella fugaz».
Si caemos en la cuenta de que muy posiblemente el autor de la pintada se ha criado con series como Física y Química, en las que el rozamiento entre alumnos y profesores duraba tanto como su temporada de celo, valoraremos en su justa medida este despliegue escalonado de amor platónico, en el que no faltan sendas pintadas en las dos columnas que acompañan esta empinada escalera: «Te seguiría hasta el fin del mundo» y «Gracias a ti hoy puedo ser feliz».
Si la Policía Local trinca al autor de estas pintadas, debería aplicarle el atenuante de profundamente enamorado. Que les dure.
La huella
Junto a la Basílica de la Esperanza y durante casi todo el mes de febrero, una chorisia ha permanecido engalada con colgaduras de carnaval, único rastro de un tupido desfile.