Piensen en los caprichos de la Historia. Ahí tenemos a Mozart, que murió con sólo 35 años. Con que sólo hubiera vivido un año más, nos habría dejado un cerro de composiciones maravillosas. Y sin embargo, al siglo siguiente, a sólo 60 kilómetros de Salzburgo, la ciudad natal del músico, nació otro austriaco, Hitler, que bien podía haberla espichado con la edad de Mozart. Nos habríamos ahorrado la II Guerra Mundial.
Podemos seguir jugando con la Historia e imaginar qué habría pasado si en 1862, en la plaza de la Constitución de Málaga, el viajero danés Hans Christian Andersen se hubiera topado con la actual tribuna de la Agrupación de Cofradías.
Tengan en cuenta que Andersen era un alma delicada capaz de extasiarse con el pequeño Cementerio Inglés o con nuestra bahía, así que la visión de este armatoste le habría perturbado bastante el espíritu. ¿El horrendo mecano habría cambiado la espléndida impresión que hasta entonces tenía de nuestra ciudad?
Piensen que don Hans Christian, al igual que Juan Ramón Jiménez, cuando quería podía exhibir más mala leche que un tártaro, así que habría que pensar que a los malagueños nos habría puesto a caldo. Habríamos perdido a uno de nuestros grandes propagandistas y tampoco contaríamos hoy con su estatua en la Acera de la Marina.
Pero hay más porque la tribuna de Semana Santa es de las que no se olvidan. ¿Se imaginan al autor de El soldadito de plomo regresando enfebrecido a Dinamarca con ese mamotreto en la cabeza?
Sin duda habría tenido que echar el cierre como creador de cuentos infantiles e, influenciado por nuestro desproporcionado graderío, habría aterrorizado a los niños con cuentos como El traje cofrade del emperador, La cerillera que surgió de la tribuna o El patito grande y feo.
El simpar Andersen se habría convertido en un amargado e irregular seguidor de Edgar Allan Poe, acosado por estructuras metálicas que luego trasladaría a sus siniestras narraciones.
Claro que, poco después de su marcha, visitó nuestra ciudad Su Majestad Isabel II. ¿Cómo se habría tomado nuestra castiza reina el que la plaza más importante de Málaga la ocupara esta especie de falla valenciana? Hay que tener en cuenta que, son tan exageradas sus proporciones, que taparía por completo las Casas Consistoriales, que por entonces vivían sus últimos momentos en la plaza.
¿Se imaginan lo que la soberana diría de la tribuna? Aventuremos una posibilidad: «O eso, o yo».
Lástima que los hosteleros, los agentes culturales, los cofrades y los amantes de la moderación no planteen una ocupación menos hortera y agresiva de la plaza de la Constitución cada vez que se acerca la Semana Santa. La tribuna ostentórea cada vez se parece más a nuestros campos de fútbol. La asistencia flaquea durante casi toda la semana y así este cacharro, fruto de nuestro gen merdellón, se hace notar todavía más. Ya lo dijo Monterroso: «Cuando despertó la tribuna de la Agrupación de Cofradías todavía estaba allí». ¿O lo dijo Andersen?
Si Andersen levantara la cabeza y fuera a Salzburgo, se encontraría con una tribuna en la plaza de la catedral que ya quisiera la Agrupación aquí (dicho con toda la ironía del mundo).
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No seamos más papistas que nadie, que lo que realmente es lamentable es que esté vacía.
En mi humilde opinión, ojalá se aplicara una solución como la de Salzburgo a la plaza de la Constitución y no el actual frontón gigante e infrautilizado, aunque la tribuna anterior, mucho más acorde con la plaza, era más adecuada y no la obstruía tanto. Muchas gracias por la foto.