A raíz de la visita al parque de la Virgen de las Cañas en el Puerto de la Torre, esta sección se detuvo en una parada casi obligatoria y que en, en siglos sucesivos, será contemplada como un signo de atraso en una Málaga que estuvo demasiado centrada en las bonanzas de la promoción inmobiliaria como para que sus políticos le dedicaran un segundo a semejantes fruslerías, relacionada además con ese nebuloso mundo de los obreros, las industrias y las fábricas.
Se trata de la cantidad de efectos de la Málaga industrial que descansan en muchos rincones de nuestra ciudad con el mismo grado de información que el monumento al soldado desconocido. Y empezamos por este parque del Tomillar porque allí se encuentra una preciosa y completa almazara que nadie sabe quién la puso allí, aunque no se descarta que cayera un buen día cual meteorito.
Rodeen ustedes este molino de aceite las veces que haga falta, que no encontrarán placa alguna que informe del invento, y eso que bien podría ser una vieja almazara del mismo Puerto de la Torre pero, ¿quién lo puede saber?
Lo único destacable es que estos gastados artilugios se han ido colocando en varios puntos de la ciudad, salvándose así de terminar como chatarra, pero hasta aquí hemos llegado. De momento, la sensibilidad municipal alcanza a rotular las chimeneas, que ya es algo, así que no esperen tampoco que en la calle dedicada al inolvidable director del Museo de Málaga Rafael Puertas Tricas en la parte nueva de la Universidad, descanse en una glorieta, bien datada, lo que parece una prensa para el vino, aunque quién sabe, porque no hay ninguna placa que detalle para qué sirvió este vetusto aparato y de dónde procede. Y eso que este efecto industrial (por diferenciarlo de los navales) lleva en ese sitio como quien dice cuatro días. Pues ni por esas.
En el mismo status de Objeto Sedente No Identificado (OSNI) nos encontramos lo que bien parece una prensa para el vino, aunque quién sabe, en la glorieta delante del antiguo matadero realizado por Guerrero Strachan en la Cruz del Humilladero. De nuevo, el más rotundo de los anonimatos.
Pero el caso más incomprensible lo tenemos en un aparato que difícilmente cabría por la puerta del Ayuntamiento y que pese a sus respetables dimensiones y a que se conoce todo sobre él, sigue ninguneado por nuestros políticos en la avenida de Andalucía.
Nos referimos a la máquina de vapor de la famosa Azucarera Hispania del Guadalhorce, fabricada por la empresa francesa Five-Lille. Espérense sentados a que un cargo público muestre algún tipo de sensibilidad por el alma de esta fábrica, en funcionamiento desde 1932 a 1994. ¿A quién le importa algo así?
Será todo un signo de lógica institucional que cuando el proyecto de Moneo imponga las ya vetustas prioridades de los años del ladrillo en el Hoyo de Esparteros, a algún iluminado se le ocurriera colocar un viejo cacharro de perdido origen para culminar la carnicería urbanística. No es ningún disparate.