Historias varias de carros y carretas

23 Ene

Resulta complicado seguir la calle Empedrada que sale de la plaza de Montes, en la Trinidad y llega hasta la calle Zamorano porque el tramo siguiente, que desemboca en la calle Mármoles, homenajea a Ibn Gabirol.

Y no es complicado seguirla porque sea tan sinuosa como la antigua calle Siete Revueltas, sino porque los solares casi la han dejado al aire. Sin embargo, se puede seguir el trazado de esta vía, que tuvo que tener un papel comercial importante precisamente por su empedrado, para facilitar así el trasiego de los carros a través de la Trinidad. Huella de este pasado comercial lo tenemos en los numerosos topes de piedra de las casas más antiguas y que todavía siguen en pie, para defenderlas del trasiego de estos transportes (los dos topes más espectaculares de la ciudad se encuentran a la entrada del Palacio de la Aduana).

Un papel que también jugó la vecina calle Carril, que funcionó de desvío de los carros que llegaban a la ciudad por el Camino de Antequera, para que no hollaran la acomodada calle Mármoles, en cuyo piso se colocaron unos mármoles a la altura de la ermita de Zamarrilla, parece que en el siglo XVI, de donde le viene el nombre.

Así que ya intuyen por qué se le llamó a la antigua calle de San Francisco la calle Carretería (en singular). Esta auténtica ronda exterior de Málaga, construida sobre el antiguo arco que formaba la muralla árabe, permitió el tránsito de carros y diligencias por un Centro Histórico que en su mayoría era una telaraña de callejuelas.

Si la calle Empedrada continúa su paulatina desaparición, tampoco sería pedir un potosí el que las casas que luego se levantaran conservaran estos topes, recuerdos de unos tiempos en los que la prosperidad iba en carro, tirada por mulas y borricos.

Nota: Arturo, un amable lector, nos informa de que esos topes para carros se denominan «guardacantones», una preciosa palabra recogida por la Real Academia y que no tiene por qué quedar en desuso. Muchas gracias.

La variante

En la mayoría de familias se convierten en historias casi legendarias las gestas o las faenas realizadas por parientes de otras épocas, con especial atención a ese siglo XIX que tantas gestas y anécdotas nos ha dejado, sin desdeñar el cada vez más brumoso y lejano comienzo del siglo pasado.

Es el caso de una familia malagueña en la que quedó para la posteridad la frase de uno de sus miembros, pronunciada en los albores del siglo XX: «María pon el arroz en la olla que salgo un momento y vuelvo en seguida».

Y la mujer puso el arroz en la olla para descubrir, con el paso de almuerzos sucesivos, que el pájaro había volado rumbo a Cuba –no sabemos si lo hizo a bordo del famoso barco del arroz– para no regresar jamás. Es una variante de la clásica bajada al estanco, también por un rato más largo de lo anunciado.

El amor

Desde el puente de La Palmilla, en dirección norte, puede verse junto al cauce del río Guadalmedina una gigantesca pintadas que confirman que tanto Melani, como Estefanía e Irene han encontrado sus amores respectivos. Sólo queda felicitarnos por tan publicitado hallazgo.

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