La gente se queja de las trombas de agua que caen en Málaga pero, por mucho que nos pese, a nuestros políticos estas trombas les marcan el camino. Cierto que en otros rincones de Europa lo que se persigue es la actuación preventiva, pero también tiene sus ventajas toparse de buenas a primeras con un problema en el que pocos habían pensado y tratar de ponerle remedio a posteriori, una vez que ha descargado sus consecuencias.
Por eso, la pasada tromba de agua, además de daños patrimoniales, a los vecinos de Málaga les trae la posibilidad real de que las próximas causen menos daños.
Ahí están por ejemplo los topes puestos en el arroyo Aceiteros y el necesario lavado de cara que se está dando a Parque del Sur.
La avenida de las Postas, la calle principal de esta urbanización de Ciudad Jardín, evoca estos días el descubrimiento del Teatro Romano en los años 50. Grandes bloques de piedra se amontonan en un despliegue municipal sin precedentes.
Parque del Sur, como Guadalmar, es el ejemplo de cómo el urbanismo malagueño, cuando se lo ha propuesto, ha podido construir donde le ha dado la real gana.
Pero la obra más llamativa de todas puede vislumbrase desde la avenida de la Cibeles, donde asoma el impresionante cerro en el que se asienta Mangas Verdes y que continúa por la calle Moisés.
Allí, una grúa gigante y una cabina casi del circo Ringling refuerzan la montaña tras los desprendimientos y reducen el temor de los vecinos. No hay nada como actuar tras una catástrofe para detectar los fallos que antes apenas se previeron.
Épica autonómica
La directora general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, Elia Maldonado, sorprendió el jueves pasado con una nota de prensa cargada de poesía y que evocó los aires épicos del exministro Federico Trillo cuando le dio por tomar el islote Perejil.
Para justificar el derribo de los pabellones militares del convento de la Trinidad, la directora general declaró que «con estos trabajos permitiremos que ni cantinas ni letrinas nublen el esplendor patrimonial del Convento de la Trinidad».
Lástima que, a pesar de la falta de nubosidad, la Junta no tuviera el esplendoroso detalle de informar de esta actuación a los cerca de 220 colectivos malagueños que se oponían al derribo, ni tampoco el de organizarles la prometida reunión con el consejero de Cultura. La sensibilidad patrimonial debe ir a la par con la ciudadana, aunque para eso hace falta bajarse de las nubes de un despacho en Sevilla.
Por cierto que la nota de Cultura luce una falta gramatical que es casi el santo y seña de muchos políticos de nuestros días: el uso incorrecto de la preposición de lugar «desde».
Así, asegura la nota que la Consejería de Cultura ha actuado «desde el rigor patrimonial y legal», cuando lo correcto sería decir que ha actuado «con rigor patrimonial y legal» pues «el rigor» no es lugar alguno desde el que pueda actuarse. Así está el patio… y no sólo el del convento.