El parque de los Ángeles, en lo alto de un cerro desde el que se ve la barriada de La Roca, La Palma y el centro comercial Rosaleda no es lo suficientemente accesible, así que para aquellos que no pueden subir a sus alturas, el Ayuntamiento ha colocado en su base un parque infantil (y uno imagina a unos abuelos poco montañeros con sus nietos), así como varias mesas con tablero de ajedrez incorporado.
Justo al lado de este aperitivo de parque se encuentra una escalinata tan impresionante como la de la película Acorazado Potemkin, aunque la de Odessa tiene mucho más de los veintiún peldaños de la versión malagueña.
Salvado este accidente geográfico, el usuario se encontrará con una meseta tristona, que en su parte central está adornada con escuálidas jacarandas o tipuanas (al no estar en flor, un servidor no las distingue).
Porque lo curioso de este parque es que todo él aflora en las laderas del cerro, pero no en lo alto, en la mesa de la meseta.
En las laderas, sí, encontramos a mansalva palmeras, brachichiton y ficus, mientras que donde debería haber un parque tenemos una especie de explanada aeroportuaria.
Ayer los únicos especímenes de esta zona verde eran dos adolescentes ungulados que, a pesar de su edad y de que podrían jugar en los Lakers por su altura, se encontraban agazapados en una chorraera, mientras no dejaban de emitir alaridos parecidos a los de los ciervos en berrea. Tenían toda la pinta de estar haciendo el indio mientras hacían rabonas o piardas (a escoger).
En el parque, a propósito, no queda ya ni rastro del panel artístico de cerámica con su nombre y que acabó casi sepultado a pedradas. Para compensar el extravío, hay que resaltar que la bonita fuente de la explanada dejó atrás su lado oscuro, cuando era un estanque vacío con la mitad de sus azulejos arrancados. Estando a una altura tan considerable del resto, es muy popular entre las gaviotas, que no dejan de utilizarla para beber y refrescarse en grupo.
El único pero de esta fuente es que parte del suelo de madera que rodea esta obra se encuentra arrancado. Qué sujetos, tan hercúleos como sandios, se han dedicado a arrancar vigas de madera de un parque público es un misterio aún sin resolver.
Y hablando de vigas de madera, el Ayuntamiento está combatiendo el pensamiento políticamente memo que le llevó, hace unos años, a levantar en los parques de la ciudad decenas de pérgolas vacías.
Una pérgola vacía es, salvando las distancias, como el aeropuerto de Castellón, algo que se construye para un propósito que, finalmente, no se cumple.
No es el caso de la pérgola del parque de los Ángeles, lo único que da color a la explanada aeroportuaria. Si tienen tiempo y buenas piernas, suban a esta zona verde y disfruten de esta construcción, bellamente completada por un mar de bignonias de un precioso naranja fuerte.
Y luego contemplen las laderas reverdecidas de este parque bajen hasta las inmediaciones del Materno Infantil. Es la versión más reducida que hay del Camino de Santiago por estos andurriales.