El Paseo del Parque no está para bromas

3 Ene

Pues no, la cosa tampoco está para bromas ni siquiera en el Paseo del Parque, donde estos días se concentra el mayor abanico de posibilidades para ejercitar la coña marinera. Lo comentaba hace unos días al firmante un veterano vendedor de estos artilugios para tomar el pelo.

En su opinión, se cumple la ley de Murphy de que cualquier situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar y si las ventas en 2011 de artículos de broma fueron flojas, en 2012 han alcanzado las más altas cotas de la miseria. Está por ver si en 2013 el pérfido Murphy sigue aguando la fiesta.

De todas formas, ayer ya dimos una pista de cómo las bromas tradicionales siguen impasibles pese a la evolución mundial. Es el caso de la caca de plástico, que sigue manteniendo, no sólo la misma línea aerodinámica de décadas anteriores, sino también un olor a caca sintética que a muchos adultos les evocará las bromas de su infancia. De hecho, se trata de una creación tan famosa e inmutable, que bien podría incorporarse a los escudos de algunos municipios españoles o, para no herir sentimientos, sólo a aquellos que más han inflado con su calculada avaricia la burbuja inmobiliaria, que en paz descanse.

Y siguiendo con los efluvios («emisión de partículas sutilísimas», según la RAE), los ingenieros del humor venden este año en el Parque algo relativamente nuevo, aunque sin superar en exotismo al bosón de Higgs. Se trata de lo que en términos malagueños se conoce como gomitaura, pero no teman ustedes porque es de plástico, aunque el aspecto translúcido del portento es ciertamente tan veraz como repulsivo.

Además, estas navidades están pegando mucho unas cucarachas robotizadas del tamaño de un puro habano de enorme realismo. Los bichos tienen las patas de plástico movibles, de tal suerte que puedes hacer que el animalito doble las esquinas y aparezca de improviso donde no es bien recibido. Si el asunto les parece demasiado horrible, siempre pueden optar por arañas peludas con las mismas prestaciones.

Pero parece que el público lo que aprecia son las bromas clásicas, así que abundan las de siempre, desde los cojines que al sentarse encima de ellos evidencian que la víctima ha comido demasiados garbanzos, hasta los huevos falsos y el no va más de la tecnología bromística: la rosa en el ojal que suelta el chorrito.

Pese a la Ley de Murphy, el Paseo del Parque sigue aguardando a los bromistas audaces y a esa reducidísima secta de los seguidores de las cucarachas. Hasta las artificiales dan repelús.

La imaginación vuela

En la noche del pasado 30 de diciembre, uno de los autobuses de la línea 11 de la EMT transportaba en su interior un globo de helio gigante de Papa Pitufo, junto a otro del mismo porte, también de un personaje de dibujos animados a manos de sendos niños. Las cabezas de los numerosos usuarios eran sobrevoladas por la imaginación y la ilusión infantiles. Una buena metáfora en el transporte público.

Una respuesta a «El Paseo del Parque no está para bromas»

  1. Este artículo es simpatiquísimo, señor Alfonso.

    Un saludo, y muchas gracias.

    (Espero que haya sido usted bueno y, que los Reyes Magos se porten muy bien con usted)

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