A mediados de los noventa, un servidor sintió envidia sana al asistir a la fiesta de fin de curso de un colegio cualquiera de Viena y contemplar asombrado cómo buena parte de sus alumnos sabía tocar un instrumento, interpretando con la mayor naturalidad del mundo piezas para varios instrumentos de cuerda y piano.
Al concluir las interpretaciones de todos estos cuartetos, tríos, dúos y hasta algún solista, los padres de los alumnos aplaudieron con ganas, aunque sin asombro, acostumbrados seguramente a este espectáculo anual ¿Cuándo se vería algo así en España en algo tan bullicioso y amigo de la mera imitación de cantantes como una fiesta de fin de curso?
Pues en Málaga ya se está dando desde hace tiempo gracias a la proliferación de bandas juveniles de música. Ahí está el pionero colegio Gibraljaire con su banda de Miraflores-Gibraljaire, ofreciendo educación musical desde 1975. Las cofradías también han aportado mucho al pentagrama, pero hoy quisiera detenerme en una agrupación fundada en el año 2000 y que el pasado sábado entusiasmó a cientos de personas en su concierto de Navidad.
Se trata de la Banda Juvenil de la Cruz del Humilladero, que tiene su sede en el instituto Ben Gabirol de la calle Agustín Martín Carrión, casi haciendo esquina con calle La Unión y la avenida de Juan XXIII.
La pista cubierta de este instituto con nombre de filósofo judío y malagueño se llenó hasta los topes para escuchar a casi un centenar de jóvenes músicos y algún adulto, navegar por los más variados estilos musicales con una pericia digna de cualquier colegio vienés. Porque este concierto no sólo fue la constatación de que sus intérpretes trabajan bien, es que también lo disfrutan y su escuela de música, implantada en los colegios e institutos del barrio, funciona con la perfección y musicalidad de un carrillón.
Y si no, echen un vistazo al programa, que comenzó con una exhibición de instrumentos de percusión, siguió con un pasodoble para luego meterse en las intensas aguas de Tannhäuser, para incluir, entre otros números, esas deliciosas piezas de comedia americana, compuestas por Leroy Anderson que son El reloj sincopado, con un músico marcando el tic-tac del reloj mientras evoluciona la melodía, y la famosa composición La máquina de escribir, con máquina incluida, que muchos de ustedes quizás recordarán en esa película de Jerry Lewis, Lío en los grandes almacenes.
La segunda parte trajo entre otras maravillas El fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Weber y un popurrí navideño evocador y embriagador que hizo cantar al público y que invadió la orquesta de sombreros en forma de cuerno para renos.
Con los villancicos a todo trapo, los músicos levantándose y sentándose mientras tocaban en una suerte de ola musical, el fin de fiesta fue, cómo no, la marcha Radetzky, y ahí también, la orquesta brilló como si en este polideportivo malagueño se escenificara el concierto de año nuevo en Viena. Muchas felicidades a estos jóvenes músicos que se han ganado las vacaciones y que ya van por la vida con un instrumento bajo el brazo capaz de subyugar a cualquier audiencia.
Felicidades por el concierto. Fue magnífico. Espero repetir 🙂