Llegará el día en que, como ese preclaro portugués, nos sorprenderemos de que los niños en Francia, desde su más tierna infancia, sepan hablar francés. A la vista de los últimos informes de nuestro sistema educativo, tenemos muchas posibilidades de que un niño español comience sus estudios de Primaria y cuando acabe la Universidad o la F. P. tenga el mismo nivel cultural, ético y formativo que Silvio Berlusconi. ¿Tan bajo puede caer el alumnado?
El problema viene de lejos. Para este humilde firmante, la primera señal preocupante llegó el día en que los libros de textos pasaron a llamarse material curricular. No es extraño que los niños bajaran su rendimiento y comenzaran a flojear en algunas asignaturas.
Si se admite una cursilada como esa, ¿qué vendrá después? Y han venido muchas. El otro día, un profesor corrigió a un servidor por haberle llamado maestro (desde que a los maestros hay que llamarles docentes, algunos de ellos están intratables).
A esta profundización en la jerga laboral, que cada profesión se encarga de hacer ininteligible para el resto hasta formar una suerte de misterios délficos, hay que añadir la tendencia de los padres a enchufar a los niños en la tele y otros dispositivos tecnológicos como si fueran cargadores de móvil.
Los expertos han dado con la tecla: los niños españoles, y los malagueños en particular, tienen que leer más desde chiquetitos. Una conclusión así es como inventar la radio a pilas en el 2024, pero bienvenida sea.
Tenemos una fenomenal red de bibliotecas en nuestra ciudad. El lector voraz lo mismo puede encontrar cualquier chuminada infecta de Dan Brown que libros buenos e inolvidables. El servicio de bibliobús, y aquí el firmante ha sido testigo de ello, lleva diez años repartiendo afecto y cultura por los barrios más apartados de Málaga.
El problema no está sólo en la jerga que inunda el sistema educativo, también se encuentra en que sólo 8 de cada 100 niños leen en casa por placer y para cambiar esa cifra necesitan padres lectores que den ejemplo. Tampoco ayuda el que los estudiantes de Latín, Griego, Historia o Filosofía formen cada vez más una suerte de leprosería virtual.
Para evitar que a usted le salga un Silvio Berlusconi en la familia, o cualquier otra degeneración del sistema educativo, invite a sus hijos a leer y si tiene unos minutos, lea con él. Si los niños no comprenden lo que leen, no entenderán el mundo que les rodea, empezarán comprando un equipo de fútbol, luego un canal de televisión y terminarán fundado Forza Italia.
Misterio bélico
La calle Montaña Blanca, en la barriada de Sixto, no hace referencia a ningún pico de Sierra Nevada o al Mont Blanc. En realidad es el nombre de una batalla que en el siglo XVII enfrentó al ejército austriaco contra el checo y que supuso el inicio de la Guerra de los Treinta años. Que Montaña Blanca haya llegado al callejero de Málaga es un misterio digno de Cuarto Milenio. Algún concejal encaprichado por la estrategia bélica. No hay otra explicación racional.