Cada vez que un servidor entra en la barriada de Vistafranca por la calle Alcalde José María de Llanos, no puede más que asombrarse al descubrir, una vez más, cómo ha quedado intacta la antigua entrada a la finca del mismo nombre.
El desarrollismo que maltrató la Carretera de Cádiz permitió la supervivencia de este esbelto paseo de palmeras que culmina en un jardín pequeño pero bien atiborrado de hermosos árboles, para desembocar en la calle de otro alcalde del XIX, Joaquín Alonso.
Vistafranca sigue siendo una saludable excepción en los barrios que se levantaron en ese fatídico periodo de finales de los 60 y comienzos de los 70, cuando pareció llevarse a cabo en este rincón de Málaga una enloquecida carrera por ponerle, no sólo puertas al campo sino también ventanas y balcones, aunque de pequeño tamaño, así como calles terrizas; esto último, felizmente, algo del pasado.
A este jardín y al paseo de palmeras hay que sumar la enorme zona peatonal que luce frente a la avenida de Europa, y que en las tardes de verano es una auténtica plaza pública atiborrada de gente.
En 2006 el autor de estas líneas pudo hablar con el sobrino de uno de los dueños más tempraneros de la finca, el torero malagueño Rafael Gómez Brayley, hijo de padres neoyorquinos y nieto de gibraltareños y malagueños, que nació en 1884 y muy probablemente estudió la carrera de ingeniería en Buffalo, Nueva York, de donde era su madre.
Rafael Gómez, con 20 años, decidió quedarse con sus primos en la finca de Vistafranca, en el entonces llamado Camino de Churriana, para probar suerte como torero.
El sobrino del diestro conservaba una vieja fotografía de la finca, se trata de una preciosa casa con un imponente cuerpo semicircular con columnas como elemento más llamativo.
De 1910 es la noticia de un tentadero en la finca, un retiro tranquilo al que el diestro invitó a actores y actrices de la época.
Sin embargo, su carrera duró muy poco a causa de una lesión del corazón, una dolencia familiar que acabaría con su vida en 1913.
Otro personaje que tuvo la finca, ya más metido en el siglo XX, fue Rogelio Oliva Prolongo, que nació dos años antes que el torero. En sus tiempos como propietario, en Vistafranca había una vaquería, plantaciones de caña de azúcar y ya durante la segunda generación, con los estudios truncados por la Guerra Civil, en esos terrenos se instaló una fábrica de sacos.
Nada queda de ese edificio con un fastuoso cuerpo circular acristalado, que sin duda tendría francas vistas de la ciudad pero quedan sus árboles, historia centenaria plantada en el corazón de la Carretera de Cádiz.
Agenda con retraso
La agenda pública del alcalde, por motivos de seguridad se publica en la web municipal con una semana de retraso.
Sin embargo, ayer miércoles por la tarde todavía no había sido publicada la de la semana anterior, del 19 al 25 de noviembre. Confiemos en que sea un incidente aislado y no un episodio opaco –perdón, Francisco–.