Cuentan de una céntrica farmacia de Málaga que sorprendió tanto por su cargada decoración, en la que dominaban los arabescos, que los malagueños la bautizaron como El asombro de Damasco, en recuerdo de la zarzuela de igual nombre,y también como la Alhambra del colesterol.
Aunque para Alhambra, la espectacular casa de la calle Sánchez Pastor, que es un sueño de las mil y una noches, por cierto, recién restaurado.
Estos apodos farmacéuticos, que tienen más de medio siglo, certifican no sólo la sabiduría popular sino también cierta cadencia, que apreciamos 50 años más tarde, cuando los malagueños bautizaron el paseo marítimo de Antonio Banderas como el paseo del colesterol, pues recorrerlo sirve precisamente para reducir éste, suponiendo que sea el colesterol malo.
El nombre ha tenido éxito porque el paseo peatonal que va desde la glorieta del PTA hasta Santa Rosalía Maqueda también es conocido con este nombre.
El ingenio autóctono, además, convirtió la tienda de muebles de un conocido malagueño, que mantuvo cierto pleito contra viento y marea, como El Alcázar de Toledo, por la defensa a ultranza que hizo del establecimiento. Así que, no es de extrañar que cuando a Curro Flores, concejal de Cultura, paseaba libros bajo el brazo, fuera bautizado como El sobaco ilustrado, expresión esta que han recibido en toda España muchos otros políticos y que se hizo popular en la Transición.
Otras denominaciones, por contra, han ido adaptándose a la actualidad y no han cuajado, como la fuente de los Teletubbies, en Teatinos. La serie infantil pasó de moda y entre los vecinos del barrio se escucha más lo de la fuente de los colores o de los lápices, sin más influencia televisiva.
También hay otras que tuvieron sus días de esplendor y ahora sólo quedan para dejar constancia histórica de ellas. Fue el caso la casita del Jardinero, en el Parque, levantada en 1908. Por su gran parecido se le llamó el aborto de la Aduana, algo que hoy ya es políticamente incorrecto.
Y es curioso cómo los monumentos y las esculturas, que en otras ciudades despiertan mucha controversia, aquí no han suscitado nombres legendarios, ni siquiera la erigida en honor a Cánovas, que en su día estuvo rodeada de una polémica que hoy es agua pasada. Y lo único que uno recuerda es el paredón, una especie de línea Maginot que se plantó en los años 80 en la plaza de Félix Sáenz y que los vecinos consiguieron que se batiera en retirada. Si la memoria no le falla al firmante, uno de los trozos de esta sólida obra adorna la fuente principal del Parque del Norte.
Quizás es que Málaga no ha recibido todavía en sus brazos una obra francamente objeto del ingenio popular como la que conmemora la Constitución de 1978 en Cádiz, un pájaro jaula que provoca pesadillas a los niños.
En Málaga tenemos una versión mucho más modesta y nada terrorífica, la jaula para pájaros de Jaume Plensa.
Habrá que ir animando a las autoridades a que levanten nuestros ánimos con una escultura baratita pero que dé alas a la sabiduría popular.