La fontana de Trevi y su correspondiente

7 Nov

Hay un momento en la vida de decenas de miles de españoles en la que, quieras o no, te encuentras delante de la fontana de Trevi.

Para quien no lo sepa, es un monumento barroco atiborrado de turistas no apto para quienes tratan de escapar de un barullo. Todo este jaleo se forma desde que una actriz sueca con más curvas que la carretera de los Montes se bañó en ella.

La escena de esta película ha cambiado el destino del monumento, aunque la costumbre de arrojar las monedas parece que también es cinematográfica y procede de la película Tres monedas en la fuente.

Si usted visita la fontana de Trevi tendrá que hacer esfuerzos para admirarla porque hay más gente que en la guerra. Y no por la obra barroca en sí, sino para hacer cola con el fin de lanzar las moneditas. Colas por el rito más que por el arte.

En Málaga contamos desde hace poco con un lugar parecido, aunque el ritual se realice en seco, es decir, sin que medie agua alguna.

Si usted se da una vuelta por la calle Alcazabilla y otea el subsuelo gracias a nuestra modesta pirámide de metacrilato –nada que ver con el ego acristalado que Miterrand levantó en el Louvre– descubrirá las viejísimas piletas romanas para hacer salsa de gárum. Es precisamente en una de las piletas donde la gente está lanzando las monedas.

Cuestión aparte es cómo las lanzan. La pirámide está sellada, como las egipcias. A lo mejor las monedas provienen del último cascazo que sufrió esta obra. Los turistas aprovecharían el hueco dejado tras el impacto vandálico para dejar el simbólico dinero.

Otra posibilidad, ya sellada la pirámide, es que las monedas las introduzcan por alguna pequeña abertura, a modo de hucha.

Y ahí lo tienen, un rito cinematográfico que viaja de Roma, la vieja capital del mundo, a una antigua ciudad del imperio romano para adaptarse a la arqueología de entonces. ¿Hay mayor prueba de un mundo globalizado?

La gorra

Y hablando de globalización, el lunes paseaba por la Acera de la Marina un veterano guiri luciendo un sombrero electoral pidiendo el voto a Obama.

Después de la experiencia disfrutada con Bush jr, lo importante es que el político elegido tenga un mínimo de base cultural. A partir de ahí, hablamos.

La culpa, de ellos

Las palabras de nuestro alcalde sobre los opinómetros municipales, que descalifican su gestión al frente del Ayuntamiento en un 61%, son decepcionantes porque nos muestran a un Francisco de la Torre incapaz de hacer autocrítica, uno de sus defectos más pertinaces.

Tengan por seguro que si ese 61% hubiera aprobado su gestión no habría salido una pega sobre el funcionamiento de los cacharros.

200.000 euros nos han costado a todos los malagueños para que ahora el alcalde se queje de lo mal que los usa la gente. Si no sirven, que los quiten. No estamos para fruslerías.

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