La inauguración hace unos años de la nueva Coracha de Málaga consiguió que miles de malagueños echaran de menos la antigua Coracha, a pesar de que se caía a pedazos.
El proyecto fue publicitado como una especie de jardines de Babilonia a los pies del monte Gibralfaro pero a los más optimistas les recordó al afamado hotel Algarrobico.
La opinión de un servidor fue más constructiva. La nueva Coracha podía servir para muchas cosas: para un spaguetti western de altura, por ejemplo, sin necesidad de desplazarse a los áridos paisajes de Almería. Eso sí,al firmante siempre le pareció muy cruel que el Ayuntamiento no advirtiera a los turistas de los riesgos de una lipotimia si subían por ese paredón escalonado y sobre todo, ¿por qué nunca se incluyó en el presupuesto para el área de Turismo un buen cargamento de salacots para estos valientes?
El tiempo ha puesto las cosas en su sitio y sobre todo, ha logrado que las plantas tiren para arriba, paliando así la sensación de estar caminando hacia un horno de leña.
Hoy nuestro Ayuntamiento puede decir con orgullo que el número de lipotimias de quienes suben por la nueva Coracha se ha reducido a la mitad, sobre todo los días nublados. El que aquí escribe incluso se decidió a subir esta semana sin hacer testamento vital y la experiencia fue muy positiva, y no es broma.
Lo mejor es tomar, literalmente, el camino de en medio, el que sube de un tirón a la Alcazaba. Al poco de subir nos encontramos con un mirador sobre la fuente que hay junto al túnel de la Alcazaba y a continuación la sombra protectora de cipreses, olivos y pinos que han empezado a dar el estirón.
Si el explorador, con o sin salacot, se da la vuelta, verá durante el ascenso la masa verde de los Jardines de Puerta Oscura, la torre reloj del Ayuntamiento y detrás del símbolo municipal, las grúas del puerto. También verá el rascacielos de la calle Campos Eliseos, el que jalona la subida del monte Gibralfaro, pero incluso en este caso tan desagradable, tiene ocasión de hacerle una simbólica peseta al símbolo más señero de nuestro urbanismo salvaje.
Lo único que falla en este esperanzador arranque de vergel es la gestión del agua. La fuente para que reponerse de la subida no funciona, mientras que el riego automático suelta de vez en cuando unos geíseres que inundan todo el piso de la nueva Coracha.
A pesar de este problema, que Parques y Jardines debería revisar, cuando uno llega al pie de la Alcazaba no tiene la sensación de haber culminado una etapa del Camino de Santiago. Su pulso es normal, no tiene la cara enrojecida ni la lengua como una lija. La nueva Coracha ha dejado de ser el camino más directo al Purgatorio. Sólo por eso hay que felicitarse.
El gesto
La Agencia de la Obra Pública de Andalucía, un apartado administrativo de la Consejería de Fomento, tiene en la cabecera de su web una foto de las obras del metro de Málaga. Se aprecia el gesto, pero lo verdaderamente hermoso sería que esas obras las terminaran. Cuando el metro llegue al Palo, los Reyes Felipe y Letizia celebrarán las bodas de oro.