Los libros y películas de humor, las situaciones más insólitas, están inspiradas en la vida real. Contaba el escritor francés Sacha Guitry en su maravilloso libro de recuerdos Memorias de un tramposo, que mantuvo relaciones con la mujer de un cartero, y era el propio cartero quien a diario le llevaba las cartas de amor de su esposa infiel que, para que su marido no sospechara, disimulaba la letra de los sobres. No es ningún guión de cine.
Por eso mismo, el humor está en todas partes y sólo hace falta estar atento, pues incluso el escritor Antonio Muñoz Molina hay veces que sonríe.
Aquí van algunos retazos de la vida pública malagueña, pequeñas escenas de humor que cabrían en una comedia de Willy Wilder o en una cómica muda.
Un servidor todavía recuerda una de las primeras entrevistas con el alcalde Francisco de la Torre que, como ahora, ya tenía una agenda de locos. Acababa de terminar una reunión en el Ayuntamiento y llegaba tarde a la entrevista pero antes pidió permiso para escapar un momento a los servicios. Cuando regresó lo hizo corriendo y chorrando sobre el mármol del despacho municipal igual que un surfero sobre las olas. «Ya estoy», dijo al llegar. Fue un visto y no visto.
De la visita del Rey de España a Málaga a finales de los 80 y su llegada a la plaza de la Merced resultó digno de recuerdo el que el monarca, nada más salir del coche, se pegara un cocorotazo con el techo que, de haber tenido casco, lo habría abollado.
Don Juan Carlos salió resoplando y mientras saludaba a las autoridades malagueñas, no dejaba de palparse la cabeza y agitar la mano, subrayando la mala sombra del golpe. El Consistorio editó un vídeo conmemorativo de la visita que incluye el testarazo.
El mismo Don Juan Carlos, siendo un joven Príncipe de España hace medio siglo, fue en un descapotable a Torremolinos. El coche, conducido por el alcalde de Málaga de entonces, tenía tantas prestaciones que el Príncipe se entusiasmó y durante todo el trayecto -mucho más solitario que ahora- fue animando al alcalde a que diera caña al automóvil hasta alcanzar una velocidad prohibitiva y a que fuera tocando el claxon, tomando luego el Príncipe -a mitad de camino- el mando al volante. Los viajeros llegaron a Torremolinos en un santiamén; el alcalde impresionado por casi romper la barrera del sonido y el futuro rey con cara de felicidad.
Esta misma semana un gerente del Ayuntamiento asistió a una comisión municipal y al ir a abandonar la estancia, con el despiste estuvo luchando durante un rato con el pomo de una puerta que, al abrirse, resultó ser un armario.
Por último, una anécdota contada en alguna ocasión por su protagonista. Hace unos veinte años visita nuestra ciudad la gran bailarina rusa Maia Plisetskaya, premio Príncipe de Asturias de las Artes. El fallo era que, por un despiste, al Ayuntamiento se le olvidó comprar un ramo de flores con el que obsequiar a la artista. En una operación de urgencia, nocturna y con alevosía, el responsable del Protocolo y otra persona tuvieron que salir al Parque de Málaga, armados con tijeras y linternas, para apañarse un ramo de flores bien frescas. Puro humor.