Esperanza perruna en mitad de la oscuridad

9 Oct

Incluso en situaciones tan cenizas como la actual, hay verdaderos rayos de esperanza que despejan un poco el panorama. Cierto que la economía está alcanzando las más altas cotas de la miseria –como diría Groucho Marx–, que la crisis está provocando la querencia por la tribu y la cartera (Pasión de Catalanes lo llama con ironía el locutor Carlos Herrera) y es verdad que la única institución que hasta ahora aguantaba temporales, la Monarquía, se mueve más que los precios y el Rey ya no es una figura ni perfecta ni inmaculada en el imaginario de muchos españoles.

Todo esto es cierto, pero también lo es que queda un día menos para el final de la crisis, y cuando esta llegue, muchos ánimos desbordados volverán a su cauce y quién sabe si no contaremos con unas administraciones y unos gestores con menos complejo de nuevo rico.

Y en medio de un paisaje tan brumoso, el pasado sábado, en la calle Larios y la plaza de la Constitución se celebró una manifestación esperanzadora, un signo de los nuevos tiempos, y eso que no tuvo nada que ver ni con la economía ni con la política.

Es algo que a muchos les puede parecer anecdótico o incluso insignificante pero, precisamente, es una señal de que la sociedad malagueña está madurando y de que se está creando una conciencia contra el todavía persistente colectivo de los cazadores malagueños australopitecos.

Un año más y coincidiendo con la apertura de la veda, varios colectivos en defensa de los animales se manifestaron contra el maltrato de los perros de caza, una realidad lacerante en nuestra provincia, donde todavía quedan especímenes de castrojos –por no decir de salvajes– dado que emplean perros de caza que cuando dejan de serles útiles, los abandonan o sacrifican, no sólo pegándoles un tiro sino también ahorcándolos, en la mejor tradición de la España negra que, muchos pensábamos, había quedado atrás.

Todavía quedan rincones de Málaga en los que se realizan estas prácticas que, paradójicamente, convierten a sus autores en verdaderos animales, con perdón para los galgos y podencos, que manifiestan una actitud más humana que la de sus dueños.

Que en Málaga todos los años se movilicen colectivos como la Asociación Málaga Perruna, la Protectora de Animales, Galgos en Familia o Podenco World, esta última, una asociación holandesa que envía a Holanda los podencos malagueños abandonados por sus dueños –algunos, después de sobrevivir a un atropello en cualquier carretera o autovía–.

Ojalá que estas conductas prehistóricas, símbolo de una profunda incultura y falta de sensibilidad, acaben pronto. Mientras persisten, habrá que seguir manifestándose, con perros de caza incluidos. En mitad de la crisis, el atisbo de un mundo mejor gracias a esta lección de civismo.

Temporal

El mar de cañas de estos primeros días de otoño es un recordatorio, inquietante, de lo que la Naturaleza puede hacer cuando le llega su hora.

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