Si algo de bueno ha tenido la situación económica actual es la disminución de políticos en nuestra pasada Feria. Cuando el panorama macro y microeconómico no era tan grotesco los veíamos avanzar desplegados en abanico (lógico) arriba y abajo de la calle Larios, con el cargo principal rodeado de más responsables públicos que en la corte bizantina.
La Feria de Málaga perdía entonces alegría y espontaneidad para convertirse en un acto administrativo, una etapa más de la agenda ministerial. Pasear bajo los toldos veraniegos del Centro entraba para estos visitantes en la misma categoría que una visita a una explotación vinícola o la inauguración de un monumento a los padres de la Constitucíon.
Años hubo de bonanza económica –cuando Ángela Merkel no era la bruja del Norte del Mago de Oz– en los que no se podía dar un paso por el Centro sin toparse con un presidente autonómico, ministro, consejero o secretario de Estado, arropado por una turbamulta de cargos locales queriendo estar más cerca del feriante. Hubo incluso un secretario de estado que hasta lo pasearon en coche de caballos y al hombre se le veía con cara de angustia vital, con ganas de saltar del carruaje y escapar por la primera bocacalle.
Hay algo también raro en estos paseos tan artificiales y que sólo contemplamos en periodo electoral o en las reuniones con sus juventudes o nuevas generaciones y es ver a estos feriantes forzados vestidos de calle, con pantalón chino y camisa arremangada o falda floreada o blanca, según el sexo. Y a pesar de la vestimenta, el ritual se repite con precisión burocrática: Suelen avanzar aparentando soltura, pese a llevar delante una nube de cámaras. Se detienen unos segundos para contemplar la fauna autóctona y su folclore, brindan en grupo por el éxito de la feria y si no les toca acudir a los toros (en la barrera, por supuesto), en cuanto pueden se marchan a toda leche en el mismo día a otra feria y a otra provincia, donde serán escoltados por la misma corte bizantina y repetirán los parabienes y los brindis.
En verano los políticos españoles recorrían las fiestas de la piel de toro con el mismo automatismo y levedad que en elecciones, pero la crisis económica ha aconsejado que no se exponga mucho a la ira del respetable, que no comprendería el significado político de pasear en abanico por la calle Larios, con la sonrisa de oreja a oreja, tal y como está el panorama.
Eso sí, a pesar del vinito, en Feria no se ha escuchado todavía esa frase tan sincera y a la vez tan descorazonadora de esa candidata electoral que, antes de dar un mitin en un barrio de Málaga, se dio la vuelta y le dijo a los periodistas: «A ver qué c… les digo yo a estos». Por suerte para los políticos poco contenidos, en Feria se habla menos y se brinda más.
La «llegada»
La estupenda cabalgata histórica de este pasado fin de semana no conmemora «la llegada» a Málaga de los Reyes Católicos, como asegura una nota municipal. Isabel y Fernando no paseaban por la Costa y se acercaron a tapear al Centro. La realidad, aunque políticamente incorrecta, es que los Reyes Católicos conquistaron la ciudad a sangre y fuego.
Magnífico apunte el de «la llegada» a Málaga de los Reyes Católicos. Magnífico, entre todo el conjunto, Alfonso, de tu Crónica de hoy. Crónicas que un día deberán tener el reconocimiento y la alta valoración que sin duda ya son muchos los que ven ( ¡vemos! ) en ellas. Son historia, a veces en apariencia «menuda», contada con precisión y gracia, con ironía y rigor. Felicidades por tu labor.