Hacer un balance de la Feria es tan subjetivo como opinar de un árbitro. Al fin y al cabo, el famoso dicho recalca que cada uno cuenta la feria según le va en ella. El trabajar en un periódico cuya sede se encuentra en el Centro de Málaga, en este caso en la calle Granada, tiene como ventaja el poder constatar a lo largo de muchas horas y muchos días, cómo ha transcurrido la Feria del Centro.
Ustedes perdonen que, como visitante casual del Cortijo de Torres, no entre en camisas de once varas, entre otras cosas porque uno siempre ha considerado que la del Real, es una feria agradable, pero clonada de las miles que hay en Andalucía, y poco aporta como no sea la posibilidad de variar de un ambiente original como la feria del casco antiguo a otro distinto, aunque ofrezca las casetas y los caballos de todas las ferias andaluzas.
Si el Ayuntamiento quiso sanear el ambiente botellonero de la Feria del Centro, algo positivo ha conseguido, porque esta edición no ha sido tan desmadrada como otras. De hecho, se han visto más familias, más baile tradicional y menos índice de beodos que en otras ocasiones.
Y desde luego, sí que se han notado en el Centro estos cambios. Está por ver si compensa este ambiente más sano, al menos hasta las 5 de la tarde, con el traslado de la zona joven a la explanada de Santo Domingo. Un servidor cree que sí y también merece la pena la riada de turistas nacionales y extranjeros que han podido disfrutar sin grandes agobios durante buena parte del día.
Al menos al firmante sigue sin entrarle en la cabeza el centro comercial rociero desplegado en la calle Larios con un número demasiado grande de puestos de sombreros y chucherías que podían repartirse mejor sin formar esta línea Maginot de tenderetes.
La Feria de Málaga no es perfecta pero en esta edición se han visto ganas de mejorar y mejoras notorias que han frenado el declive de la Feria del Centro, la que de verdad atrae las miradas de los turistas. Sólo por eso hay que felicitar al Ayuntamiento y pedirle que siga dándole vueltas a esto tan complicado de organizar la juerga de miles de personas durante una larga semana.
Así es al menos como un servidor ha visto estos días. Subjetividad feriante y por primera vez en muchos años, subjetividad optimista.
Más rasgados
Pero el optimismo va por barrios. Un vecino de la calle Beatas se acercó ayer al periódico para trasladar su preocupación por el sistema de limpieza durante la feria. Aplicando una sencilla fórmula matemática, si la juerga en la calle Beatas cesa hacia las 6 de la mañana y Limasa pasa a las 8 de la mañana a limpiar, los vecinos tienen dos horas para conciliar el sueño, relata.
Entiende este vecino que más efectivo es limpiar a fondo el día anterior, una vez que acaba la Feria del Centro y de paso para disuadir a los amigos de la copa. Poco favor hace limpiar a las 8 de la mañana o a una hora ya frecuentada por visitantes como las 10.45 ayer en la vecina calle Franquelo.