Esta semana hemos hablado del intento de mutis por el foro del jeque del Málaga C.F., después de que regalara a la afición dos años inolvidables, todo sea dicho.
Desde el punto de vista del patrimonio inmaterial de nuestra ciudad, quedará ya para nuestros archivos la adaptación de algunas de estas estrellas galácticas al nomenclátor malaguita, una prueba más de la modernidad y buena salud del español que se habla en Andalucía, esa forma de hablar tan denostada por cientos de locutores andaluces, aquejados de un sonrojante complejo de inferioridad por su acento, como si en España hubiera acentos mejores o peores que otros.
Para ejemplo de adaptación, el caso de la estrella malaguista Toulalan. Un vendedor de flores del Centro Histórico ha dado con la fórmula perfecta: para él, Toulalan es Totalán, una manera de no olvidarse de un apellido exótico. «¿Seguirá Totalán la temporada que viene?», pregunta, y los malagueños sabemos que no se refiere al pueblo vecino de Málaga, que lleva muchas temporadas entre nosotros.
Siendo sinceros, Málaga fue un cero a la izquierda hasta finales del XVIII, cuando se presenta en sociedad como ciudad. Y eso, a pesar de las enormes dificultades del arranque del siglo XIX, perlado de peste amarilla, cólera, inundaciones, terremotos y hasta una Guerra de la Independencia. Pero la ciudad pudo con tantos contratiempos y asimiló a su manera la fructífera catarata de comerciantes extranjeros que vinieron para quedarse. Ahí se produjeron las primeras adaptaciones de nombres guiris.
Quizás las más brillante de todas sea la del británico sir Peter Chalmers Mitchell, uno de los creadores del zoo de Londres, que llegó a Málaga en los años 30 del siglo pasado para reponerse de una grave enfermedad.
Encontró el zoólogo casa en El Limonar y tanto le gustó nuestra ciudad, que este aristócrata de izquierdas decidió quedarse en ella, sorprendiéndole la Guerra Civil. Sir Peter fue un personaje muy querido en Málaga, pero como lo de sir Peter con pronunciación inglesa (algo así como se-peta) era demasiado complicado, fue conocido como El sopita.
En la misma línea nos encontramos con la adaptación de nombres árabes que en Málaga dan como resultado extraños extiranos de Irak como Sadam José Luis (así lo llamó una señora entrada en años en un autobús durante la I Guerra del Golfo) y un poco más atrás en el tiempo el también conocido líder religioso iraní el Ayatolá Jiménez.
De esta capacidad de camuflaje de nombres situados fonéticamente en el quinto pino también dio buena cuenta hace un par de años un cochero que, al enumerar en inglés de los Montes los monumentos de Málaga en un mapa, para mostrar el recorrido a unos turistas italianos, mencionó además de «la Catedrala», el «Parlamento», que no es otra cosa que nuestro Ayuntamiento.
El futbolista Totalán se suma a la larga lista de adaptaciones fonéticas brillantes de Málaga, como esa televisión local desgraciadamente extinta, Localia, que para un vecino de nuestra ciudad era la tele Natalia.