La RAE define «cenutrio» como la persona lerda, zoquete y estúpida. Si al cenutrio autóctono le sumas un marcado sentido del territorio y por tanto del egoísmo, habremos detectado a la horda de cenutrios malaguitas que cada año nos deja la playa en peor estado que cualquier ser humano con el chandal olímpico español.
Y es que, 50 años de estrecha convivencia con turistas nacionales y extranjeros, que acuden a Málaga entre otras cosas a disfrutar de nuestras playas, no han conseguido acabar connuestro gen de homínidos australopitecos que seguimos arrastrando por los siglos de los siglos.
Este gen nos ha deparado, además de una ciudad urbanísticamente enloquecida, un marcado sentido del pasotismo con todo lo que tenga que ver con el patrimonio, historia, limpieza y decoro de Málaga.
Por eso, hay que felicitar a los autores de la campaña de sensibilización ambiental Eso no se hace, un anuncio del Ayuntamiento de Málaga que puede verse en la web del periódico y que muestra al prototipo de zangolotino musculado que protagoniza tantos concursos televisivos, y que deja la playa hecha unos zorros, repleta de colillas, plásticos, latas y pipas.
El anuncio consigue poner colorado al muchachuelo, que cae en la cuenta de que es más guarro que la Tota (la leyenda afirma que la tal Tota se lavó las manos y le apareció el reloj).
Una locutora con acento de Valladolid (el acento de aquí sigue siendo tabú en la mayoría de los anuncios) aconseja no dejar la playa como la funda de un jamón «si no quieres que te reprendan como un niño». Eso sí, a ver quién tiene arrestos para reprender como un niño a algunos cachalotes que pululan por nuestras playas.
En cualquier caso, la campaña es muy necesaria entre un paisanaje tan apático y egoísta como el nuestro. Todavía quedan miles de fumadores exhibiendo su falta de educación, y piperos profesionales capaces de montar, en una tarde en la playa, un sistema dunar con cáscaras de pipas.
Y es que en civismo avanzamos a tan poca velocidad, que el Ayuntamiento se tiene que gastar los cuartos en tratar de educar a sus administrados. En este sentido, el área de Playas coloca carteles aconsejando a los fumetas que usen latas como cenicero, recordando que una colilla tarda 2 años en desaparecer (y una lata, 500 años de nada).
Si el buen estado de nuestras playas incide directamente en la marcha económica de la ciudad, cada vez que uno de nuestros cenutrios reincide y tira un cigarro en la orilla o encesta y falla en la papelera playera (de recoger la lata ni hablamos), la economía malagueña se resiente de alguna manera.
Disminuir la horda de egoístas compulsivos siempre será una buena inversión porque estos especímenes, más que traer cola, traen colillas y las depositan en la arena.
Consejo audiovisual
Entre las mejores pintadas que pululan por Málaga, una de la calle Alonso de Palencia: «No me leas, ve la tele». Está por ver.