Manuel Muñoz Gambero revive con emoción el momento en el que un electricista le mostró una pieza que había encontrado en un cañaveral próximo al Guadalhorce. Con un traje de chaqueta marrón, que terminó poniéndose perdido, le pidió al amigo que le llevará allí al momento.
Ese momento fueron las 12 de la mañana del 20 de diciembre de 1965. El joven arqueólogo malagueño acababa de descubrir el yacimiento fenicio del Cerro del Villar, y la Historia Antigua en Málaga daba un vuelco con la aparición en escena de un poblamiento fenicio.
De esta fascinante aventura y de los hallazgos que se encontraron en este poblado de los «hombres rojos» (phoenix) como les llamaban los griegos, da buena cuenta una exposición patrocinada por el Ayuntamiento de Málaga, la Fundación Málaga y Cervezas San Miguel. Hay que mencionar la labor de estos patrocinadores porque en los últimos años han hecho posible, además, libros interesantísimos sobre el pasado más remoto de nuestra tierra como En la orilla de Tartessos. Indígenas y fenicios en las tierras malagueñas de Eduardo García Alfonso y dos obras del propio Muñoz Gambero, su completo estudio sobre El Cerro de la Tortuga y El Testamento oculto. El descubrimiento del origen de la escritura hallada en Málaga, una obra que traerá cola por sus importantísimos hallazgos.
Suelen abrumar a los poco duchos en echar la vista atrás tantos miles de años (hasta el siglo VIII antes de Cristo nada menos) este viaje a lo más recóndito del pasado. Por suerte, los textos que acompañan esta muestra son cortos y claros y ofrecen un panorama muy completo de estos colonizadores que terminaron uniéndose, probablemente con las tribus locales y que en un momento del siglo VI antes de Cristo, ante las inundaciones del río, marcharon a una península al pie de un cerro para fundar la actual ciudad de Málaga.
La exposición compagina piezas originales del yacimiento con reproducciones muy interesantes, como una jarra de cerveza fenicia (con los restos del original al lado) o un hermosísimo busto de la diosa Tanit, armada con una sonrisa casi giocondesca. Aunque puestos a resaltar la originalidad, nada como la escultura que reproduce al dios Bes, un divinidad amable y que ayudaba a las parturientas, además de ser un dios de la fecundidad, como lo demuestra su aparato reproductor poco discreto. Muchas de las piezas de alfarería reproducidas para esta exposición han salido de las manos de Alfonso Alot, de La Rambla, Córdoba.
No falta en esta muestra un guiño a un producto cultural milenario que continúa con pocas variaciones, la barca de jábega. En concreto la exposiciòn reproduce la maqueta de una barca realizada en los astilleros Nereo. Precisamente Manuel Muñoz Gambero asesora en la reproducción de un barco fenicio en los astilleros, tomando como modelo un pecio de Mazarrón en asombroso estado de revista. El círculo se cierra pues en esta exposición completa y muy pedagógica, que tiene la intención de recorrer buena parte de los barrios para que ningún punto de la ciudad se quede sin saber más sobre su pasado. Hasta el 27 de julio estará en la sala de exposiciones de Cajamar, en la Alameda, 19.