El depósito de objetos en la vía pública tiene en Málaga una longeva tradición. Y no hablamos de despistes, esas pérdidas de cabras y vacas en el casco urbano que a mediados del XIX eran el pan nuestro de cada día en las secciones de objetos perdidos de los periódicos. Hablamos aquí de un acto consciente –realizado por un inconsciente– por el que se desprende en la mitad de la calle de algo que le sobra.
Capítulo aparte merece la rocalla del paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso, que uno no sabe si pertenece a Costas, al Ayuntamiento o a la inopia, pues suele ofrecer el aspecto de no haber sido limpiada en años, sobre todo por la acumulación preocupante de latas, cuencos y otros envases de comida para gatos. Y es que, si algunos amantes de los animales se preocuparan también por el Medio Ambiente y no dejarán todo hecho unos zorros, tendríamos al ciudadano perfecto.
Pero si alguien cree que aquí el plumilla exagera y que se trata de un espacio muy tenido en cuenta, aunque sólo sea porque por él pasean al día cientos de personas, muchas de ellas turistas, sólo hay que observar los tres años –desde 2006 a 2009– que se pasó tomando el sol un hermoso carrito de la compra en una hondonada junto al tranvía del Morlaco.
Pasaron los años, los barrenderos y los turistas y ahí estuvo, retando a la brisa de la bahía mientras era lamido por las olas.
Al conjunto se añadió poco después un somier y fue, durante tres inolvidables años, nuestro particular Peine de los Vientos, la versión escultórica de nuestra burocracia y manera de hacer las cosas, que muchas veces pasa por abstenerse de hacer más de lo que se puede.
De hecho, no fue hasta la publicación en 2009 en La Opinión de una foto de este dudoso homenaje a Chillida que al Ayuntamiento no le cupo más remedio que retirarlo, lo que demuestra que hay responsables públicos que, para no meterse en problemas, de los periódicos sólo miran las fotografías.
Todo esto viene a cuento porque en los últimos días se ha añadido un nuevo motivo artístico a la misma zona, junto a la explanada donde estaba el tranvía.
No se encuentra en una hondonada sino en la parte de hierba pegada al murete del paseo, con lo que prácticamente la escultura se puede tocar con los dedos. Aunque mejor no hacerlo sin la antitetánica.
En este caso, el motivo elegido por el autor anónimo que la ha depositado allí ha sido homenajear el concepto de relax, tan en boga en la Costa del Sol junto con el de las plusvalías urbanísticas. Se trata de un colchón enrollado o más bien el espíritu de un colchón, porque la intemperie se ha encargado de desmenuzarlo y dejarlo con menos chicha que un canario, aunque todavía se adivinan sus hechuras aerodinámicas, cuando era el símbolo del descanso.
Como las administraciones se toman su tiempo, hoy nos limitamos a informar del motivo artístico. Aquí tienen una pequeña foto del motivo para que nuestros representantes identifiquen el objeto y como suelen decir con su lenguaje llano «procedan a su retirada».