Resumir 55 años de vocación artística en 24 lienzos es una tarea ya de por sí complicada para cualquier comisario de exposición, pero se transforma casi en el decimotercer trabajo de Hércules si el encargado debe ser el propio pintor. Y sin embargo, la selección que para su exposición antológica ha realizado el artista malagueño Rodrigo Vivar es un acertado microcosmos, lleno de color y luz, de todo su pensamiento artístico.
Rodrigo Vivar (Málaga, 1934), de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, es un pintor joven de espíritu, que en lugar de acomodarse y atrincherarse en un estilo comercialmente satisfactorio ha seguido explorando nuevas vías de expresión y esos caminos no trillados se encuentran en estos cuadros en los que parece reinventarse en cada lienzo con resultados sorprendentes.
Hasta el 25 de mayo, en la sala de exposiciones de Cajamar, en la Alameda Principal, puede visitarse esta luminosa antológica que es una lección para los jóvenes pintores de cómo no perder la ilusión por el arte bajo ninguna circunstancia.
Si seguimos el orden cronológico, los años 50 están representados por un soberbio retrato de su madre y un autorretrato del artista que parece escrutar el futuro (¿qué pensará, por cierto, de esta exposición?).
El paso del tiempo permite que irrumpan en los lienzos ecos del impresionismo, del costumbrismo, del expresionismo (el pintor también se ha adentrado por el arte abstracto), y que se vaya forjando, pese a los cambios de tercio, un estilo propio, como en esos marengos tirando de la tralla en una playa de la Cala del Rincón inundada de luz.
También aparecen los cielos verdaderamente de antología, como en Campesinos, o escenas mitológicas difíciles de olvidar con Ícaro cayendo del cielo sobre la ciudad de Málaga, surgida de la memoria del artista.
El espectador puede apreciar las indagaciones artísticas de cuadros como Carlitos o En la campiña, en los que la modernidad de sus trazos se compagina con una de las constantes de Rodrigo Vivar: su amor por los colores.
El color inunda El baño del nene, una original escena infantil y también La Fiesta Nacional, un cuadro lleno de movimiento y muy conseguido, pese a que el artista reconoce que no le gustan los toros.
Rifeños, por cierto, es otro cuadro en el que se condensan la luz y el color que siempre busca el pintor malagueño y que es uno de los mejores lienzos de la muestra.
De su última hornada es la magnífica obra La familia y el imaginativo retrato de Ulises, un personaje de una fotografía antigua, que Rodrigo Vivar ha aderezado con los atributos del héroe fecundo en ardides, así que don Ulises está acompañado por un friso cargado de hazañas y un casco griego y detrás de esta composición, bañada por un despliegue de colores, asoma la vela de una embarcación de la Grecia antigua.
En suma, imaginación, modernidad, exploración y amor por la pintura que se complementa con una veintena de apuntes y dibujos, otra faceta en la que este pintor brillante también destaca. No se la pierdan.