Dejen lo que están haciendo, si no es algo relevante, y acudan a conocer a uno de los mejores retratistas españoles de las últimas cuatro décadas. Y no es amor de madre.
Como Picasso, dejó su ciudad natal muy pequeño, a los 10 años, y se ha abierto camino en el mundo con su arte. En 2008 ya tuvimos la oportunidad de conocer su obra en una retrospectiva en el palacio episcopal y ahora regresa a su ciudad de nacimiento con la exposición Retratos de Málaga en el Rectorado.
Sus retratos son una lección de precisión, de hiperrealismo concentrado en el rostro y en las manos del retratado, mientras en el resto del cuadro los trazos a veces se diluyen o directamente, no hacen acto de presencia.
Daniel Quintero, que así se llama, consigue lo que pocos: Que el espectador contemple una verdadera radiografía del retratado, una introspección psicológica que convierte al poeta y académico Alfonso Canales, sin duda el retrato más asombroso, en un hombre cargado de sapiencia pero también de callada socarronería inglesa.
El artista malagueño ya apuntaba maneras en 1973, como puede verse en su autorretrato a lápiz frente al espejo, un moderno Escher que nos escruta con intensidad, y no digamos de un retrato de su padre, dibujado en el 70, en el que el rostro y las manos lo dicen todo.
Ocurre lo mismo con el retrato de José Manuel Cabra de Luna, con el abogado y pintor desbordando energía.
Y es que todos los retratos nos hablan y los retratados aparecen tal como son: la ironía inteligente asoma en los ojos de Manuel Alcántara; el arquitecto Ángel Asenjo, arropado por cartabones, lápices y varios modelos de su Palacio de Ferias, nos transmite su serenidad reflexiva, por último María Victoria Atencia confiesa, a través de su retrato, ser una persona reflexiva e iluminada por la poesía.
Hay un cuadro prodigioso del artista dentro de su obra, uno de los mejores de la muestra, en el que Daniel Quintero aparece pintando uno de sus famosos paisajes inestables, pueblos y ciudades recorridos por una brisa expresionista que ladea las casas, los minaretes y las catedrales y que recuerda a los paisajes creados por el gran dibujante gráfico e ilustrador Alfredo.
Salta así el artista malagueño del retrato oficial al campo abierto, donde sobre los cerros crecen los pueblos, apiñados alrededor de la iglesia o se asoma a una Málaga fabulada, en un impactante dibujo en el que nada es lo que parece, y en el que lo más llamativo es la manzana de casas que rodea el edificio de La Equitativa, transformada en una torre de Pisa.
En resumen, una exposición para disfrutar con un artista, miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes de San Telmo, que reparte su trabajo entre Madrid y Nueva York y que hasta el 12 de mayo estará con nosotros en Málaga. Aunque un servidor no es ningún experto en nada, de verdad, no se la pierdan. Lo mismo no se les olvida en mucho tiempo.
Horario de visitas: de 11 a 14 y de 18 a 21 horas, salvo festivos y Semana Santa.