Las aceras de la avenida de Andalucía deberían ocupar una sala del futuro Museo Arqueológico, si es que finalmente este ocupará una parte del Palacio de la Aduana y nuestros políticos no nos marean otra década más.
Ese diseño de los años 70 de aires geométricos que recuerdan a un cuadro gigante de Barbadillo merece algo más que el lento declive, el que padece desde hace tiempo.
Cierto que hace un par de años el Ayuntamiento puso en su sitio las baldosas sueltas que tantas sorpresas deparaban los días de lluvia, pero el conjunto actual tiene la frescura de un mosaico romano cascado.
Váyanse por ejemplo a la acera impar de la avenida de Andalucía, a la esquina con la callecita dedicada a monseñor Oscar Romero. Allí encontrarán una especie de repliegue tectónico que ha triturado la acera. Pero lo más llamativo es que la primavera ya ha llegado a esta avenida, y pugna por salir entre los huecos de las baldosas, de tal manera que no sabemos si pisamos una avenida o un parterre.
La zona central de paseo está en mejor estado, pero los laterales, para que se hagan una idea, se asemejan a la traslación, a gran escala, del cutis momificado de Ramsés II.
El Ayuntamiento de Málaga tiene varias alternativas. Puede seguir optando porque los paseantes y vecinos sigan disfrutando de esta joya, símbolo de la Prolongación de la Alameda, en la que puede que todavía se encuentren pegados chicles contemporáneos de la Transición, o bien pueden tratarla como la pieza arqueológica que es para que no sufra más deterioros e ingrese, con todos los honores, en la Aduana. (Resta una opción quimérica: cambiar la acera de una vez).
La sonrisa
Hay personas que cuando mueren nos dejan de recuerdo una sonrisa. Este es el caso de Carlos Gómez Raggio, cuya vida puede resumirse en esa sonrisa que repartía cada día, cuando salía de su casa en la calle Molina Lario. La tenía, por cierto, repleta de libros de Málaga y con una talla de la Virgen de la Esperanza, circunstancia que no le impedía escaparse muchas semanas santas para disfrutar de las procesiones de Sevilla y compaginarlas, por supuesto, con las de aquí. Qué suerte ser recordado por una sonrisa. Descanse en paz don Carlos.
Estampa pirata
La vida es muy monótona, cierto, sobre todo si uno sigue la liga española de fútbol, pero hay personajes que por su prestancia o extravagancia nos sacan de la monotonía.
Esa sensación tuvo un servidor cuando ayer se topó, por la plaza del Carbón, con un orgulloso individuo que exhibía en el hombro, en lugar de una hombrera, un loro de un tamaño considerable, que no dejaba de darle arrumacos a su dueño.
El animalito, de dos años, estaba atado a una cuerda por una pata y parecía estar en su salsa mientras recibía las miradas del respetable. Hay que remontarse a las películas de piratas para ver estampas de este tipo.