En el ranking europeo de operaciones urbanísticas merdellonas, encabeza la lista, junto a algunos trabajitos perpetrados en los tiempos más heroicos de Marbella, el Plan Especial de Reforma Interior de un tramo del paseo de los Tilos, aprobado con todos los parabienes legales por un siempre sonriente concejal de Urbanismo en 2003.
Más que de reforma interior, habría que hablar de aniquilación interna y externa, porque donde antes había un precioso barrio obrero de la década de 1870, hoy, casi diez años después de la ejecución del plan, nos encontramos con un moderno terrizo utilizado de aparcamiento al aire libre.
Más de una vez nos hemos referido a esta gesta, tan atrevida como la ignorancia, que echó por tierra el que quizás fuera con mucha probabilidad el barrio más antiguo de la Cruz del Humilladero. Fue levantado en 1877 por Pilar Aguirre de Orueta, casada con su primo Domingo de Orueta, socio de Manuel Agustín Heredia y dueño de una fábrica en El Perchel.
Su mujer, ya viuda, construyó el pequeño barrio obrero de La Pelusa para albergar a los trabajadores de la primitiva fábrica de gas, la primera que se levantó en Málaga, en 1854, y que estaba en el paseo de los Tilos a pocos metros de las casas, donde luego siguieron instalaciones más modernas hasta su traslado en 1994.
El barrio estaba formado por las calles San Salvador, Pasaje de Rivas y Cameros, esta última en recuerdo de la comarca de Logroño de donde vienen los Heredia y los Gálvez. Los rótulos de estas calles eran unos de los más antiguos de Málaga, azulejos amarillos con letras azules, hasta el punto de que el Pasaje estaba escrito con g (no era una errata sino una norma ortográfica de su tiempo).
Hasta tres veces se aprobó en el pleno del Ayuntamiento una moción pidiendo el arreglo de este precioso barrio que recordaba a las casas de la Colonia de Santa Inés.
El que una zona de Málaga con tanto valor patrimonial no estuviera protegida en catálogo alguno, da buena cuenta del elevado nivel cultural de la clase política de entonces.
Como era de esperar, el barrio fue demolido. Sólo queda en un lateral un par de casas que no estorbaban. El noble propósito de la hazaña era construir unas cuantas viviendas más en uno de los barrios con mayor densidad de población de Europa. Casi una década más tarde, ahí sólo queda un terrizo sin edificar. Tanto estropicio para nada.
Por eso, con estos antecedentes de gestión política de altísimo nivel cultural y sensibilidad y viendo que la zona sigue sin muchos planes de futuro, el Ayuntamiento de Málaga debería recuperar el solar y ofrecer como tributo a los ciudadanos el parque de la sobreexplotación urbanística, una forma de pedir perdón por tantos años de planificación merdellona del suelo. Sería un parque muy sencillo, con mucho cesped y árboles y una placa que recordara el barrio obrero. Y si el presupuesto diera para más, con una pequeña dedicatoria al pie de la plaquita: «A los genios de la política malagueña que propiciaron mi absurda desaparación». El día que ese parque se levante en Málaga miren al cielo porque las vacas lo estarán surcando.