Sus cariacontecidas instalaciones han visto pasar el cambio de siglo, el éxito de internet, la creciente dependencia de los móviles, las obras del metro y quién sabe si no se preparan para presenciar, en 2029, el centenario del primer gran crack económico (el actual va camino de ser el catacrack).
Esta sección ha sido testigo de su fastuosa decrepitud, pero hoy entraremos en detalles para que ustedes juzguen si la Organización Mundial de la Salud no tiene que tomar cartas en el asunto (y que las tome con guantes para no infectarse).
Hablamos, cómo no, del trío de cabinas para fotos carné depositado desde tiempos de los fenicios en el paseo central de la Alameda Principal. Un enclave que se merecía algo más que esta chabolas fotográficas que tan poco dice de la ciudad que la acoge como de los propietarios que no la renuevan.
Ayer, el autor de estas líneas inspeccionó el cachivache, mientras dos amigas que pretendían sacarse una foto exclamaban a la vez «qué horror» (antes incluso de ver a este firmante). La sensación que dan estas cabinas es que el día menos pensado se desplomarán sobre sus usuarios.
En el techo, hojas secas, plásticos y un cable siniestro que trepa por el tronco de uno de los ficus centenarios. La parte de atrás de las cabinas supera esa comparación que afirma que «es más feo que la parte de atrás de un frigorífico».
El interior de los cubículos es lo más parecido a una sala de interrogatorios de la Alemania Oriental con algunas variantes mediterráneas como una litrona depositada junto a uno de los taburetes. Las luces de las cabinas han recibido patadas y puñetazos, impera la porquería ahí dentro y animan poco a sentarse siquiera y poner la jeta.
Y en el exterior, las fotos que sirven de llamada publicitaria están blanquecinas, como espectros de novela gótica. Remata la oferta un cartel que anima a hacerse fotos en grupo a buen precio pero lo que dan ganas es de salir por pies y no regresar a este turbio rincón de la Alameda.
Por cierto que en una de las cabinas la chapa exterior aparece reventada a golpes y la persona que se hace la foto puede admirar al mismo tiempo el exterior –si buscan oscuridad para una buena foto, no se metan en esta, ni tampoco en la de la litrona, mejor vayan a un sitio que esté entero y que sea higiénico–.
Con la cantidad de inspectores que en teoría certifican la buena marcha de las instalaciones en vía pública, ¿qué hace este desecho industrial ofreciendo todavía sus servicios en la zona más transitada de Málaga?
Sigue abierto
Tanto ha sido el esfuerzo, que merecía que no se limitara a las fechas navideñas, así que en una acertada decisión el Belén de la Catedral seguirá abierto hasta el 2 de febrero, festividad de la Candelaria. Hasta la fecha, este Nacimiento con tallas de la Semana Santa de Málaga ha sido visitado por unas 180.000 personas.
El horario de visita: de lunes a domingo de 10.30 a 14 horas y de 17 a 20 horas.
Quizá pretenden que los pastores formen un coro, o puede que incluso chirigotas… ah! no que es en la Catedral y Carnaval es pagano,¿o no?