En las frías tierras altas de Escociase practican rudos deportes rurales que pueden descalabrar al espectador como el lanzamiento de martillos o de troncos.
Se trata de unos deportes poco conocidos en Málaga, pues aquí lo único que se lanza de madera es el trompo, y últimamente los están haciendo de plástico. Pero si existe un deporte malagueño autóctono –de los que en otros rincones de España ya sería una seña identitaria y hasta motivo para pedir un pacto fiscal– ese es el lanzamiento de bolsas de basura desde un octavo piso y más allá.
Para desazón del autor de estas líneas se sigue practicando en Monte Pavero, un barrio en el que se han hecho bonitas mejoras enlos últimos tiempos. Para empezar, su calle hundida por las inundaciones del 89 fue recuperada hace años y la ladera queda a la autovía y a la fábrica Salyt se ha convertido en una preciosa zona verde con paseos cuajados de brahichiton, pinos, lantanas y mucho romero.
Antes de esta actuación, la ladera era una convención internacional de basura. Algunos amigos del Pleistoceno hacían de las suyas en los contenedores próximos a la ladera y despanzurraban su contenido. Para evitar esta exhibición propia de los vándalos, pero también de los suevos y los alanos, el Ayuntamiento levantó un muro de fábrica detrás de los contenedores. Así no había excusa para seguir guarreando la ladera.
Ha pasado el tiempo, este precioso jardín ha ido creciendo, pero no ha ido a la par el crecimiento personal de una minoría de cavernícolas de esta zona de Málaga. El firmante se encontró con un espectáculo que a Dante le habría puesto los pelos de punta. La valla que limita parte de esta zona verde ha cedido en parte por la enormidad de basura acumulada. El murete levantado por el Ayuntamiento –acompañado por cinco contenedores más tres de reciclaje– no ha impedido a estas hordas de la mugre dejar su huella en forma de latas, botellas y hasta una enorme bañera abandonada entre la hierba. Por el sendero central mejor no andar. El inconsciente paseante se encontrará con una verdadera orgía de la suciedad, con los plásticos invadiendo toda esta zona verde tan bonita y que le aisla de la autovía vecina.
En medio del paseo, los restos de una hoguera dan cuenta, quizás, de una buena juerga de las pasadas navidades. Grandes chapones carbonizados dejan constancia de esta enorme candela. Lo mismo hay que decir de los restos de una segunda hoguera, un poco más metida en la maleza y en la que se aprecian las patas chamuscadas de una silla. Entre la basura, dos carritos para bebé de juguete, arropados por las lantanas mientras en un momento del paseo, descubrimos una verdadera escombrera que se abre camino por esta ladera recuperada por el Ayuntamiento y desgraciada por unas cuantas acémilas con dos patas. Y al pie de los bloques, en esa calle ya recuperada de las inundaciones del 89, más porquería despanzurrada, evidencias de un impacto de gran altura.
El lanzamiento malagueño de basura algún día rivalizará con los deportes escoceses.