El Concurso Nacional de Albañilería de la Peña El Palustre no es sólo el más antiguo de España, de los más de 30 que se celebran en nuestros días, sino también el más importante de todos por la cuantía de sus premios.
Como todos los años, desde hace ya 45, volverá a celebrarse en El Palo y será mañana sábado. De la estrecha calle de la Peña El Palustre hace tiempo que se ha pasado a la plaza del Padre Ciganda, y a pesar del traslado, ha habido 45 peticiones para participar de toda España y por cuestiones de espacio sólo podrán trabajar 35 cuadrillas.
Este gran invento de la peña El Palustre se debe a los hermanos Manuel y Demófilo Peláez, que idearon el concurso en 1967, en unos tiempos en los que la peña, todavía en ciernes, estaba formada en su mayoría por personas del mundo de la construcción.
Ayer atendió a esta sección Manuel Peláez, quien contó cómo diez años después de su puesta en marcha se produjo el gran salto adelante con ocasión de ganar dos socios de la peña el concurso nacional de albañilería, que se celebró en Huesca (Manuel Peláez fue uno de ellos). A partir de ahí llegaron los apoyos institucionales y el concurso se fue convirtiendo, poco a poco, en una institución.
Quizás lo más fascinante que tiene es esa carrera a contrarreloj para levantar, en cuatro horas, una construcción de ladrillo perfecta que casi siempre forma figuras geométricas difíciles de imaginar hechas realidad.
La mayoría de estas figuras, en principio imposibles de ejecutar para el que no conoce la materia, se encarga de diseñarlas con mucho arte, paciencia y cálculo Demófilo Peláez. Peones, jefes de obra, arquitectos y aparejadores ponen su grano de arena para que el concurso sea todos los años un éxito, y no es exagerado ya decir que el concurso es una de las señas de identidad del Palo.
Si no saben a dónde ir mañana, den una vuelta por la plaza del Padre Ciganda y se asombrarán de un trabajo hecho con mucho esfuerzo y arte.
La pilona y la peineta
Ayer, mientras surgía de la tierra el pilón que acota el tráfico en la calle Molina Lario, junto a la Catedral, una asombrada turista fotografiaba el portento.
Resulta curioso comprobar cómo, cuando se presentó el invento, el concejal del ramo convirtió por error el arterfacto en femenino (la pilona), palabra que no existe en español, no así el pilón. Muchos medios de comunicación propagaron el error en lugar de subsanarlo y hoy innumerables periodistas de esta tierra hacen referencia, sin complejos, a esas inexistentes pilonas del Centro, en lugar de a los pilones.
Recuerda este error en cadena al cometido por el entrenador Luis Aragonés, quien también por error bautizó el famoso gesto insultante de la peseta (el puño cerrado salvo el dedo corazón extendido) como la peineta. Años después de esta confusión en directo, numerosos periodistas deportivos ya hablan de hacer la peineta, en lugar de hacer la peseta. Cria cuervos…y ponles un micrófono delante.
¡Muy bien esas observaciones sobre los errores del habla y sus modos de perpetuarse! Al menos, de perpetuarse por un tiempo. Dicen que rectificar es de sabios, pero aquí parece que de sabios, menos de la mitad de los que debería haber : se comete un error, y se propaga como la peste. Enhorabuena, Alfonso.
Señor Alfonso, ¿A qué hora comienza el concurso de albañilería mañana?
Un saludo