Si hay un librito en Málaga que ha pasado innumerables veces por la fotocopiadora, con todo respeto para los derechos de autor, ese ha sido el de las Memorias de una nieta de Don Manuel Agustín Heredia, de María Pía Heredia Grund.
Publicado originalmente en Madrid en 1955, este opúsculo, con las dimensiones del famoso Indignaos de Hessel, ha tenido un índice parecido de difusión, a pesar de tratar temas que en absoluto mueven a la rebelión cívica.
El firmante lo ha recibido en varias ocasiones de personas distintas como un preciado tesoro. Por supuesto no se trataba del original sino de fotocopias, aunque en los últimos tiempos, alguno de sus cientos de lectores tuvo la idea de digitalizarlo y la distribución se hizo mucho más fluida, ahorrando de paso un potosí en papel.
Con mucho acierto, el área de Cultura del Ayuntamiento ha puesto fin a esta distribución de tapadillo reeditando la obra. Hemos perdido un mito pero hemos ganado una certidumbre. El pasado 9 de junio el entonces delegado de Cultura, Miguel Briones, lo presentó en el Museo del Patrimonio Municipal.
Estas memorias constatan de paso que ningún recuerdo, por pequeño que le parezca al que lo posee, es desdeñable. De hecho, las pinceladas familiares de María Pía Heredia se han convertido en uno de los pocos vislumbres de una época tan remota como la primera mitad del siglo XIX en Málaga.
Con 90 años de edad, la hija de Tomás Heredia (el de la calle), nieta de Manuel Agustín Heredia y sobrina de Trinidad Grund se dispuso a escribir sus memorias. «Empiezo a escribir cosas oídas a mis padres, tías y amigos sobre personas que no he llegado a conocer generalmente», confesaba. Pero en muchos casos, ese testimonio indirecto se ha convertido en el único que se ha podido rescatar.
Y es que, aunque se trata de una sucesión de recuerdos y retazos algo deslavazados y con un innegable tono infantil, nos ayudan a insuflar de vida nombres egregios que habían permanecido demasiado hieráticos en el pabellón de las glorias malagueñas.
Así, por esta escritora metida en años sabemos que Tomás Livermore Page, el suegro de Manuel Agustín Heredia, tenía un carácter muy alegre que perdió cuando murió, camino de Inglaterra, su hijo John. También conocemos de primera mano el talante decidido de Manuel Agustín, quien siendo dependiente de una tienda en Vélez, decidió marcharse a Málaga «por el balance, que él quería hacer fortuna y que aquella casa iba por mal camino». Lástima que no lo tuvieramos hoy en el Fondo Monetario Internacional.
Y un pensamiento digno de quien fue el homre más rico de España, por boca de su nieta: «Mi abuelo creo decía que lo que costaba trabajo hacer eran los primeros 25.000 duros: que luego siendo prudente y trabajador todo se hacía más fácil».
En 1958, en el Colegio de la Asunción, que llevaba pocos años en el Valle de los Galanes, falleció María Pía Heredia Grund. Dejó escrito en unas pocas páginas un mundo muy lejano que sin ella esta ciudad lo habría perdido para siempre.