Se ve en el ambiente, llega la época de los calores, del soletón, de la añoranza de un parque con una fuente que al pulsar el botón de turno suelte el chorrito y no haga, sin más, un ruido seco, a juego con la garganta de quien pretende beber agua en vano.
Los parques y plazas de Málaga, en líneas generales, parecen diseñados por algún bromista. A lo mejor es el mismo tío cachondo que elige los materiales para las sedes elefantiásicas de Urbanismo y la Diputación o sencillamente, una persona que el verano prefiere pasarlo en la Bretaña francesa y desconoce las necesidades medias del usuario de un parque en ese periodo que va de mayo a octubre.
El caso es que, a estas alturas del siglo XXI, algunos diseñadores siguen dándonos días de gloria y los parques y plazas que dejan para las generaciones futuras parecen basarse en viejas técnicas de tortura medieval. Son los clásicos que de niños ha jugado a apuntar con la lupa en el rabo de una lagartija, pues como lagartijas nos tratan.
Y es que, la aplastante mayoría de las pérgolas colocadas en plazas y parques de nuestra ciudad son estructuras absurdas, auténticos monumentos que esconden detrás el alma insensible de un majara. Ya saben por dónde van los tiros, y por supuesto los rayos de sol: las pérgolas de Málaga, casi todas ellas, carecen de enredaderas que sustentar.
En resumidas cuentas, no sirven para nada, como ese aeropuerto de la Comunidad Valenciana sin aviones y que sigue siendo una oda al despilfarro público.
Consciente de esta memez convertida en regla de oro en casi todo parque y plaza que se precie, un vecino de Bonaire, en la Carretera de Cádiz, ha remitido una foto bastante significativa al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre.
Se trata de la plaza de Bonaire, presidida por una preciosa pérgola blanca que no sirve absolutamente para nada. Ahí está su inútil esqueleto, incapaz de sostener plantas ni de dar sombra. De ahí que el vecino acompañe la foto con varias sugerencias, a saber, dado que la pérgola no está «protegida para dar sombras», los vecinos se conformarían «con un cañizo o bien unas plantas trepadoras» para poder protegerse «del sol radiante». De paso, pide «una fuentecita de agua», para los vecinos y los pájaros.
Resulta increíble pero en una ciudad como Málaga las pérgolas siguen colocándose vacías de contenido. Y sin embargo, en los pocos rincones en los que el Ayuntamiento se digna cubrirlas, el cambio a mejor es inmediato. Den una vuelta por estas vaciedades de Bonaire y luego comparen con el jardincito de la calle Benagalbón en donde algún alma compasiva ha decidido llenar de plantas las pérgolas. La diferencia es abrumadora.
En esta ciudad que presume de contar con el cenador de glicinias más fastuoso de Europa seguimos diseñando plazas y parques con los mismos criterios que cuando se levantó el Parque del Oeste, por aquel entonces un mar de cemento frente al mar.
Pues si absurda es la pérgola sin enredadera de la plaza de Bonaire, no lo es menos la fuente de agua que instalaron en la plaza Larita(Barrio de La Luz) hace tres años y que sólo pudo saciar la sed de los afortunados que quisieron utilizarla la primera semana.