Podía haber sido una escena de Amanece que no es poco, la película surrealista de José Luis Cuerda que se ha convertido ya en un mito, con todos los respetos para Un perro andaluz de Buñuel.
La escena cinematográfica es bien conocida por muchos malagueños: el Ayuntamiento se plantea construir una magna sede de Urbanismo en El Bulto, que de paso dará cabida a otros negociados municipales.
Siguiendo una tradición muy asentada en nuestra ciudad, los edificios administrativos malagueños suelen dividirse entre los que derrochan en su construcción una cantidad ingente de dinero público y los que consiguen hacer bastante incómoda la vida a los funcionarios, aunque en las ocasiones más sonadas estos dos parámetros se cruzan.
Así ha ocurrido con el edificio de la Gerencia de Urbanismo, que además de costar casi como una película de Hollywood, ha terminado convirtiéndose en un incordio para bastantes de los que allí trabajan.
El nudo gordiano estriba en que nuestro Ayuntamiento no ha tenido en cuenta unos criterios arquitectónicos y bioclimáticos de primero de carrera.
A saber: si levantas un edificio acristalado frente al mar y en el sur de España, tienes grandes posibilidades de que el calor excesivo y el soletón impidan un ritmo normal de trabajo. En estas mismas páginas, hace un par de años, el arquitecto malagueño Pablo Farfán ironizaba sobre los edificios acristalados malagueños, a su juicio un despilfarro y por tanto una elección difícil de argumentar.
Y es que, al igual que ocurrió con el edificio de la Diputación, hubo que sacarse de la manga del dinero público un sistema para paliar este error –en el caso de la Gerencia un error de Bulto–. En lugar de planificar una sede administrativa de forma racional, sin tanto gasto de aire acondicionado y con materiales adecuados, se optó por tirar más dinero y gastarse la bonita suma de 6 millones de euros en cubrir el edificio con unas lamas de hormigón reforzado con fibras de vidrio. Para quien se pierda con estas cifras, estamos hablando de que la fruslería extra costó mil millones de las antiguas pesetas.
Pero ni siquiera esta medida ha acabado con la molestia de los funcionarios, espectadores involuntarios del poder del astro rey. Pronto, toda la fachada sur de esta maravilla planificada al milímetro se convirtió en un gigantesco bloque protesta, con cartones colocados en las oficinas para poder trabajar sin interferencias solares.
Suena a chiste, a película de Cuerda o de Berlanga pero es la pura realidad: nuestro Ayuntamiento ha descendido al suelo y ahora se va a gastar 40.000 euros más en colocar persianas. Que se sepa, nadie ha dimitido por esta gestión surrealista del dinero de todos, mucho más dolorosa en estos tiempos de crisis.
Nos queda un consuelo: para el imaginario colectivo, para los chistes de futuras generaciones permanecerá esta gesta majarona, culminación de un periodo de bonanza en Málaga basado en el ladrillo que ha resultado tan beneficioso para los malagueños como el escorbuto.
Al final hubo que poner persianas. Triste pero buenísimo.