Ni Shanti Andía ni su autor, el escritor Pío Baroja, deberían sentir inquietud alguna al conocer que existe una calle en Málaga con el nombre de este joven marino.
En nuestra ciudad ha existido la tendencia de mandar a los grandes nombres de la Literatura, ya sean escritores o sus creaciones, a donde Franco perdió el mechero y si es posible, a los polígonos industriales, en los que su gloria literaria se ve acompañada por el traqueteo incesante de los camiones.
No es el caso de la calle Shanti Andía, en Cortijo Alto, que se ha convertido en una de las más bonitas de Málaga, sobre todo ahora en primavera.
Si partimos de la zona más próxima al Palacio de Ferias, nos encontramos con una hilera de tipuanas a la derecha y otra de jacarandas a la izquierda. De acuerdo que las flores son muy pegajosas y se comportan como lapas en cuanto se hacen con la suela de los zapatos, pero merece la pena soportar esta penitencia con tal de disfrutar de esta floración, que además, en lo que respecta a las tipuanas de esta calle, cumplen la labor social de tapar la insulsa pared de un conocido centro comercial y que recuerda, por sus aburridas texturas, al remiendo arqueológico de la muralla nazarí de la calle Carretería.
El piar de los pájaros es intenso en esta calle de pisos bajos, adornada por las pinceladas violetas y amarillas de jacarandas y tipuanas. Lástima que la vida comercial no acompañe y sean muchos los locales cerrados en busca de inquilino o comprador. En uno de ellos, por cierto, puede leerse una pintada inquietante: «Pollo cacique» (inquietante para el pollo.
En el cruce con otro personaje literario bien tratado, la calle Hamlet, se encuentra esa especie de gigantesco mástil azul del centro comercial (un guiño inconsciente a Shanti Andía), aunque también recuerda a una vieja chimenea del litoral.
La gente mira pasar la vida con tranquilidad desde las aceras de esta calle. Por eso es extraño que uno de los establecimientos se llame Nueva Alameda, ya que, aunque no asoman ficus ni álamos, estamos ante un precioso paseo.
En el segundo tramo, por cierto, cambian de acera tipuanas y jacarandas y al final se adivina un horrendo nudos de tráfico que el Ministerio de Fomento se ha encargado de enfollonar aún más con una mano digna de Paco Martínez Soria o de Fernandel.
Y al fondo, tras este atasco perpetuo, las blancas celdillas colmeneras de la Ciudad de la Justicia. Quitando esta última parte del paseo, Pío Baroja debe sentirse feliz por este hermoso homenaje a una de sus más famosas criaturas.