Poco sabemos de los terrenos de Repsol, salvo que están acumulando la roña de los siglos.
Mucho se ha hablado en el pasado de lo que iba a ser el Central Park de Málaga, un ilusionante concepto, primero prometido por los partidos y luego desinflado de golpe por la llegada de los últimos flecos de la burbuja inmobiliaria.
La crisis económica está retrasando bastante esta gilesca operación de aumento de la población y el tráfico en una de las zonas más densamente pobladas de la ciudad. Pero, autorizado el coletazo burbujeante, la única constancia de movimiento en estos terrenos es el de los indeseables que largan en ellos todo tipo de desechos, hasta el punto de que han convertido la calle Sillita de la Reina, en la vecina barriada de Dos Hermanas, en una de las más infectas de Andalucía.
La idiosincrasia de la administración malagueña, similar a la famosa tortuga Burocracia de Mafalda, no entiende de ideologías, por eso no le afectan elecciones ni ciclones. Prueba de ello es que las mociones presentadas instando a quien corresponda a limpiar la guarrería han tenido el mismo efecto que un mosquito en Muamar el Gadafi.
El autor de esta sección estuvo el pasado lunes, a primera hora de la tarde, en este estercolero con vocación de centralidad urbanística.
Lo más llamativo es el medio desplome que presentan unas enormes vallas oxidadas y que cualquier día caerán sobre el respetable. En el interior, da la impresión de que en cualquier momento van a salir los motoristas de Mad Max, esa película de un futuro postnuclear, aunque también se puede comparar el esperpento de estos terrenos con lo que le pasaría al mercadillo de Martiricos tras el paso de un tifón tropical.
No faltan en esta montaña mágica de basura los sanitarios, un clásico que corona todo cerro de porquería que se precie, ni por supuesto los televisores despanzurrados que seguramente han sido sustituidos por sus embrutecidos dueños por uno de pantalla plana.
También se aprecia en estos terrenos de Repsol, colindantes con la calle Sillita de la Reina, una variedad inmensa de muebles de cocina, claro que todos en estado de haber sido lanzados en alguna competición olímpica, al tiempo que abundan losetas de cuarto de baño contemporáneas de la serie Cuéntame.
La pregunta del millón es si el Ayuntamiento va a obligar a los propietarios de la parcelita a hacer algo en serio o si va a seguir permitiendo que germine este interesante estercolero urbano. Las alegrías por el triunfo electoral deberían dar energías suficientes a nuestros concejales como para ponerse a solucionar este urgente pero olvidado problema. Suerte.
Despistes seculares
Si algo abundaron en la jornada electoral fueron votantes despistados en busca de su mesa perdida. Como ayer recordó un vocal de mesa: Basta con mirar la tarjeta informativa que los votantes reciben por correo para salir de dudas. Pero no salieron ni a la de tres.