Otro rincón semiderruido en el corazón de la Trinidad

18 May

En ocasiones, misterios insondables están detrás de los nombres de las calles de Málaga. Según informa el Ayuntamiento, la plaza de Zumaya, junto a la iglesia de la Trinidad, debe su nombre a un ave zancuda de pequeño tamaño conocida como la garceta de noche.

Más plausible, parece, sin embargo, el que esta placita guarde relación con el pueblo guipuzcoano de igual nombre, aunque lo mismo el oculto homenajeado era un personaje con este apellido.

Garcetas y guipuzcoanos aparte, la placita triangular y peatonal es un remanso de paz en el que sólo se escucha la brisa moviendo la marea violeta de cuatro jacarandas. Más color imprime a una de las esquinas de la plaza el centro de educación para adultos de la Trinidad, con la fachada tomada por un bonito mural de mujeres famosas como la pintora Frida Kahlo o la escritora Fátima Mernissi.

Sin embargo, la esquina que hay justo enfrente es bastante desoladora: se trata de la casa que como un vaso comunicante forma el frontal de la llamada placeta del Compás de la Trinidad.

La parte baja de esta construcción parece haber sufrido las caricias de algún batallón decimonónico y muestra los destrozos de la mampostería, en forma de puzzle inconcluso de sillares de un tamaño respetable. Y es que si la placita de Zumaya es un remanso de paz, la placeta del Compás de la Trinidad es un cementerio abandonado. La diferencia es grande. En la primera reina el sosiego, en la segunda parece pervivir el espíritu de la guerra franco-prusiana, tantos son los destrozos.

Para empezar, el suelo de piedra, en el que permanecen incrustadas cacas perrunas de finales de los años 30 (o esa es la impresión), cuenta con dos hileras de cemento que la recorren a modo de apresurada autopista. Una faena de aliño que acrecienta la sensación de estar en un escenario a mil años luz del Palmeral de las Sorpresas y a sólo una hora de las ruinas de Acinipo, aunque sin la magnificencia romana.

En la esquina pegada al convento, un eucalipto hace de las suyas y detrás un ficus, pegado al muro y levantando con disimulo un banco con el poder de sus raíces.

La dos viviendas que cierran esta placita, formando un semicírculo al que se accede por un arco, se dividen en dos categorías: una tiene todas sus aberturas tapiadas y la otra presenta, además de serios daños en los techos, una especie de impacto de bala de cañón o eso parece.

Las esperanzas están puestas en la Real Hermandad del Rocío de Málaga. El Ayuntamiento le cedió hace un par de años esta zona y al pie de la vivienda más desgastada hay una montaña de arena y otra de grava.

El Compás de la Trinidad, como el antiguo cuartel y convento, sigue siendo un punto negro en la imagen de la ciudad y lamentablemente, el santo y seña de un barrio que necesita atención política a espuertas. De hecho, si una parte ínfima de la energía que emplean la Junta y el Ayuntamiento en tirarse los trastos a la cabeza la emplean los próximos años en hacer algo por estos dos proyectos, todos saldremos ganando.

Nota: la foto que acompaña esta crónica es del Archivo Municipal de Málaga.

Una respuesta a «Otro rincón semiderruido en el corazón de la Trinidad»

  1. Vamos a ver si lo he entendido bien: ¿que el Ayuntamiento le cedió terreno público a la Real Hermandad del Rocío de Málaga hace un par de años al final de la Calzada de la Trinidad, donde estaba el cuartel? Si no lo hubiese leído en un diario tan serio y neutral como éste no me lo creería; por lo visto aquí don Francisco lleva ya tantos años en la poltrona municipal que se ha creído que Málaga es su cortijo privado y puede hacer en él lo que quiera. ¡Miedo me da pensar en lo que puede resultar de la «remodelación» de la Plaza de la Merced! Igual hacen un atajo para que las Cofradías que bajan por la calle de la Victoria no tengan que dar la vuelta tan cerrada como la dan ahora para acceder a calle Álamos. En Málaga, con este Alcalde, y como en Granada, «todo es posible».

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